En el evangelio de este
domingo se nos habla del envío de los apóstoles. Jesús, nos dice san Marcos,
los había elegido para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar.
Mirad, Jesús, siguiendo el estilo de los antiguos profetas, como Amós, recorría los pueblos anunciando la buena noticia del Reino de Dios, y quiso que sus discípulos hicieran lo mismo: predicar, expulsar los demonios y curar. Para ello reciben unas instrucciones; instrucciones que conservan su valor en todo y lugar: han de actuar confiando tan solo en Dios y en la fuerza del mensaje que llevan.
Pues bien; también hoy Jesús nos llama y nos envía a anunciar el Reino de Dios. A cada uno desde su lugar. Y a cada uno nos da una misión. Y no hay razón para que intentemos escaquearnos de este encargo. Si os fijáis, en la primera lectura el profeta Amós quería justificarse diciendo que era un simple pastor. También nosotros empleamos la excusa de que no sabemos hacer las cosas para no aceptar el compromiso de la llamada y del envío que hemos recibido en el Bautismo, cuando fuimos marcados por el Espíritu Santo. Cada uno, en una comunidad, tiene que aportar lo que tiene, los dones que Dios le ha dado. Ninguno somos precisos, es verdad; pero todos somos necesarios.
Vamos a pedirle, pues, a la Virgen María, que sepamos anunciar el
evangelio sobre todo con nuestra vida, sin superficialidad, sin crearnos necesidades
superfluas –que es a lo que se refiere Jesús cuando dice que vayan sólo con un
bastón, sin pan, ni alforja, ni dinero suelto-, y así todos puedan saber que
Dios nos ha bendecido en la persona de Cristo, ya que, por su sangre,
hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Mirad, Jesús, siguiendo el estilo de los antiguos profetas, como Amós, recorría los pueblos anunciando la buena noticia del Reino de Dios, y quiso que sus discípulos hicieran lo mismo: predicar, expulsar los demonios y curar. Para ello reciben unas instrucciones; instrucciones que conservan su valor en todo y lugar: han de actuar confiando tan solo en Dios y en la fuerza del mensaje que llevan.
Pues bien; también hoy Jesús nos llama y nos envía a anunciar el Reino de Dios. A cada uno desde su lugar. Y a cada uno nos da una misión. Y no hay razón para que intentemos escaquearnos de este encargo. Si os fijáis, en la primera lectura el profeta Amós quería justificarse diciendo que era un simple pastor. También nosotros empleamos la excusa de que no sabemos hacer las cosas para no aceptar el compromiso de la llamada y del envío que hemos recibido en el Bautismo, cuando fuimos marcados por el Espíritu Santo. Cada uno, en una comunidad, tiene que aportar lo que tiene, los dones que Dios le ha dado. Ninguno somos precisos, es verdad; pero todos somos necesarios.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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