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viernes, 19 de abril de 2024

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCLXIX). Domingo IV de Pascua


Este cuarto domingo de Pascua es considerado como el «Domingo del Buen Pastor», ya que cada año se lee en la celebración de la Eucaristía un fragmento del capítulo 10 del evangelio de san Juan que hace referencia a este pastor identificado con Jesús que guía, que conoce personalmente y que da la vida por sus ovejas. Precisamente el Evangelio de hoy comienza con esa autoidentificación de Jesús: «Yo soy el Buen Pastor». Autoidentificación a la que sigue la característica fundamental de este Buen Pastor, que es que «da la vida por las ovejas». Por eso Jesús no es ni se presenta como un pastor cualquiera, sino como el Buen Pastor, al que le importan las ovejas, las conoce, y es capaz de dar la vida por ellas.
Y es que Jesús ha dado la vida por nosotros. Él ha muerto en la cruz por nuestra salvación y ha resucitado para que tengamos vida. Él es la piedra que los arquitectos desecharon y que se ha convertido en piedra angular.
Y fijaos en otra cosa. Y es que si somos cristianos, es decir, discípulos de Jesucristo, también tenemos que procurar seguir su ejemplo e imitarle en todo. Esa es nuestra vocación, nuestra meta, lo que da sentido a nuestra vida.  Por eso, a la luz de este discurso evangélico de Jesús sobre el Buen Pastor, tenemos que preguntarnos si nos consideramos responsables de los demás. Mirad; hoy es la jornada de oración universal por las vocaciones. Rezamos especialmente por las vocaciones sacerdotales y religiosas, que tanta... que tantísima falta nos hacen. Pero no podemos olvidarnos que cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación cristiana; que a cada uno de nosotros Jesús nos llama a una misión concreta para bien propio y de los demás; que somos, para que me entendáis, una pieza en ese gran rompecabezas que son los planes de Dios, pieza que si falta, queda incompleto el proyecto.
Vamos a pedirle, pues, a la Virgen María que nos ayude a que nos sintamos todos un poco más responsables de los demás; que realmente nos importen los otros, para que por nuestro testimonio cristiano y nuestro ejemplo puedan conocer al Buen Pastor, seguir sus pasos, y llegar a su redil.
Y... como es tradicional que diga en este penúltimo domingo de abril, el próximo domingo no se colgará esta entrada, puesto que estaremos en el Cerro del Cabezo celebrando la Romería a nuestra Madre, Reina y Señora, la Virgen de la Cabeza.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

viernes, 12 de abril de 2024

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCLXVIII). Domingo III de Pascua

 

Hoy contemplamos otra de las apariciones del Resucitado a sus discípulos. Y en esta aparición vemos como Jesús resucitado abre el entendimiento de sus discípulos para que comprendan e interpreten las Escrituras. La primera lectura da buena fe de ello cuando Pedro, después de haber curado a un paralítico anuncia e interpreta que todo lo que ocurrió con Jesús, que padeció y resucitó al tercer día, fue para cumplir las Escrituras.
Y es que en Cristo muerto y resucitado se concentran y cobran sentido todas las Sagradas Escrituras, es decir, el Antiguo y el Nuevo Testamento, ya que Jesús es la plenitud de la revelación, y por lo tanto, la última y definitiva palabra de Dios a la humanidad. Él nos abre el camino de la vida y sigue realizando, de diversos modos, la renovación admirable de la humanidad; pues Él, como nos dice san Juan en la segunda lectura, es la garantía del perdón que Dios no cesa de darnos.
Mirad, la fe cristiana nos dice por activa y pasiva que Cristo ha resucitado. Que no es un fantasma, sino que está vivo. Por eso, cada celebración de la Misa ha de ser para nosotros una experiencia de encuentro con Jesús resucitado, que se hace presente en su palabra y en el Pan y el Vino de la Eucaristía, de manera que salgamos de aquí con más ganas de vivir nuestra fe, y no solo con buenas palabras, sino también con hechos, porque el Señor resucitado nos ha librado de la muerte, nos ha dado su misma vida y nos acompaña en nuestro caminar de cada día.
Que la Virgen María nos ayude, pues, a que en cada celebración de la Eucaristía arda nuestro corazón al escuchar la Palabra de Dios, y vivamos la alegría que nos da este encuentro con Jesús resucitado.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.