Las curaciones de la lepra, tanto del sirio Naamán como de
los diez leprosos que escuchamos hoy en las lecturas, nos hablan no sólo del
poder de Dios para sanar nuestras enfermedades, sino de nuestra fe para confiar
y acudir a Él; pues necesitamos tener mucha fe para creer que Jesús sea el
remedio y la solución a nuestras enfermedades y lepras, no solo del cuerpo,
sino también del alma y del espíritu.
Y la auténtica fe pasa por la experiencia de gratuidad. Y
gratitud es reconocer la acción de Dios en la vida. Mirad, cuando no
descubrimos la acción de Dios en nuestra vida, desaparece la actitud de
agradecimiento, y sin agradecimiento, terminaremos por no descubrir el sentido
de muchas de las cosas que hacemos.
Fijaos, tanto Naamán, el sirio, en la primera lectura, como
el samaritano leproso del evangelio, reconocen la acción de Dios en su vida
después de haber quedado limpios y se muestran agradecidos a Dios. ¿Cómo somos
nosotros entonces?¿Nuestra fe es auténtica y agradecida como la del leproso que
volvió o es como la de los otros nueve? Porque vemos en el evangelio como de
los diez leprosos que habían sido curados, sólo uno se volvió para dar gracias
a Jesús. Se cumple aquello de que «de desagradecidos, el mundo está lleno».
¿Cómo somos nosotros?¿Somos agradecidos con Dios o estamos tan ciegos y somos
tan engreídos que nos creemos con derechos y nos atrevemos a irle con
exigencias?¿Cómo somos?¿Eh?¿Cómo somos?
¿Qué tenemos que agradecerle a Dios? Cada uno tendrá que
mirar hacia dentro de sí mismo y repasar su vida para darse cuenta del paso de
Dios por ella, reconociendo la necesidad de ser acogido, perdonado y amado por
aquel que permanece fiel. Pidámosle ayuda a la Virgen María para hacerlo con
seriedad, y con sinceridad.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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