El Domingo de Ramos nos introduce en los días más
importantes del año para los cristianos, la Semana Santa, en los que el Señor
nos reúne para celebrar su Pascua, el misterio de su entrega por amor.
Y los actos de esta Semana los comenzamos con una de las
celebraciones litúrgicas más populares, que es la bendición y la procesión de
los ramos, en la que recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén...
Pero la gloria de este mundo, como nos demuestra la celebración de hoy, la
gloria de este mundo pasa rápido. ¡Qué diferencia entre los saludos y las
aclamaciones a Jesús sobre la borriquilla entrando en Jerusalén aquel domingo y
las burlas de los soldados, tan solo cinco días después, cuando va a ser
condenado a muerte. La aclamación como rey y la burla. El elogio y la
humillación.
Y es que hoy es un día de contrastes, de alegría y de dolor,
de cantos gozosos y de acusaciones retorcidas, de los ramos de victoria que
llevamos en las manos y de esa cruz hacia la que se dirige nuestra mirada para
contemplar a Cristo Crucificado.
Hoy es un día de vida y de muerte, pero también de muerte
que se transformará en vida. Hoy es un día de pasiones y de Pasión, pues hoy
quedan claras nuestras pasiones, tan cambiantes, tan fugaces; y la Pasión de
Jesús, Pasión con mayúsculas, tan fiel, tan auténtica; signo del amor más
exagerado, de la vida más apasionada, de la entrega más absoluta.
Mirad, la Pasión de Jesús es
Pasión por lo que sufre, es pasión por los improperios, insultos, salivazos,
latigazos, caídas, esos clavos y esa lanzada que sufre por nosotros, por todos
y cada uno por nosotros.
Y es también Pasión por la pasión
que tiene por Dios y por nosotros, por lo que nos ama, con toda su vida y a
precio de su vida. Es pasión por obediencia a la voluntad divina que le lleva a
abajarse, a humillarse, a despojarse de su dignidad, para llevar a cabo la obra
de la redención. Es pasión por nosotros, porque su amor le ha llevado a pisar
nuestro suelo, a vestirse de nuestra carne para levantar a los que estaban y
estamos caídos, embarrados y heridos por nuestras desobediencias, por nuestra
falta de pasión y de amor.
La Pasión de Jesús que vamos a
vivir estos días ilumina nuestras vidas e ilumina los momentos de nuestra historia
tan convulsa, tan llena de pasiones, tan llena de dolores, tan llena de cruz.
La Pasión de Jesús nos dice hoy que el dolor, el sufrimiento y hasta la misma
muerte, que tanto abundan a nuestro alrededor, no van a tener la última
palabra.
Que estos días, ni salgamos
corriendo, ni le abandonemos, ni le sigamos de lejos. Que estemos a su lado y
le demos la respuesta de nuestro amor, de nuestra pasión, que nos lleve a
decir, públicamente y en todo lugar que Jesucristo verdaderamente es el Hijo de
Dios, el Mesías, el que tenía que venir y vino al mundo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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