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viernes, 24 de marzo de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXCVIII). Domingo V de Cuaresma.

 

Estamos ya en el último domingo de Cuaresma. El próximo domingo, aunque esté dentro del tiempo de Cuaresma, es ya el Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa.
Y en este último domingo de Cuaresma, dentro del itinerario bautismal que estamos recorriendo, Jesús se nos presenta como la resurrección y la vida. Por eso las lecturas de hoy nos hablan de resurrección; y así, la promesa de Dios de sacar al pueblo de sus sepulcros, y llenarlo de vida, se cumple plenamente en Jesucristo, que saca de la muerte a Lázaro. Es un anuncio de su propia Pascua y de nuestra resurrección futura, si creemos en Él.
Mirad, Lázaro murió a consecuencia de una enfermedad que Jesús podría haber sanado. Esto puede entenderse como una imagen del pecado, la enfermedad que puede llegar a matar en nosotros la vida de gracia si no le ponemos remedio a tiempo, si no dejamos que Jesús se haga presente en nuestra vida. Es más, incluso aunque el pecado haya llegado a matarnos, Jesucristo, la Vida en persona, puede devolvernos a la vida y liberarnos de las ataduras de la muerte para que andemos en libertad. Porque mirad, el milagro de la resurrección de Lázaro tiene la función de que los judíos crean en Jesús como el enviado de Dios y así alcanzar la vida eterna. Pero la vida eterna no llega sólo al final de los tiempos, sino ahora, creyendo en Jesús como el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador. Por eso, cuando Jesús dice que el que cree en Él no morirá jamás, está diciendo que la vida eterna recibida en la fe en el bautismo y alimentada con los sacramentos, previene al creyente de la muerte para siempre.
Y es que Dios quiere nuestra salvación, por tanto, jamás hemos de desanimarnos en nuestro afán y esperanza por alcanzar esa meta. Lázaro estaba muerto y corrompiéndose. Ya olía, porque llevaba cuatro días enterrado. Pero Jesús lo devolvió a la vida. También a nosotros Jesús nos está llamando a la vida cada día. Escuchemos su voz que nos llama a salir de nuestros sepulcros y a vivir reconociendo que el Señor es nuestro Dios, de quien proceden el perdón, la misericordia, y la redención copiosa.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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