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viernes, 14 de abril de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DC). Domingo II de Pascua


De las muchas cosas que se pueden decir de las lecturas y textos litúrgicos de hoy, que no son pocas, me gustaría quedarme con una idea que considero que es importante que retengamos en la cabeza y, sobre todo, en el corazón, y es la de la importancia de vivir la fe en una comunidad que no solo nos la transmita, sino que también nos ayude a mantenerla y a sostenerla
Mirad, el evangelio nos muestra como los apóstoles estaban reunidos las veces que Jesús se les apareció. No se les apareció en solitario, sino estando reunidos. Y además, ambas veces se les apareció en el primer día de la semana, que, a causa de este hecho, se dirá domingo, es decir, Día del Señor. Por eso el domingo es el día en que los cristianos nos encontramos con el Señor resucitado a quien no vemos, pero en quien creemos por la fe, como aquellos primeros cristianos que creyeron por el testimonio de los apóstoles
Bueno, a lo que voy. En la vida de fe, no podemos ir por libre. No. Por libre, nada se consigue. Por eso la fe tenemos que vivirla en una comunidad. Y la comunidad en la que lo hacemos es la Iglesia. Esa Iglesia santa formada por pecadores. Pero al fin y al cabo, la comunidad de los creyentes que creemos en Jesucristo como nuestro Dios y Señor.
Si os fijáis, el evangelio nos muestra como Tomás no estaba con los demás apóstoles cuando la primera aparición. Y no cree en lo que le dicen. Exige pruebas. Y las tiene... vaya si las tiene.... De hecho, se debió llevar una impresión de cuidado al ver a Jesús resucitado como le tendía las manos. Pero Jesús no se le manifestó a solas, sino que se le apareció cuando estaba reunido con los demás; cuando estaba reunido en comunidad.
Pues bien... eso nos muestra la importancia de la comunidad para creer en Jesús resucitado. Y es que pretender vivir la fe en soledad puede ser causa de una fe tan personalista que haga un Jesús a su medida y se aleje del resucitado. Y tener un Jesús a la medida de la propia vida de uno, impide que Cristo resucitado habite en nosotros....
Y encontrarse con el resucitado es fundamental. No reconocer la resurrección equivale a no ser cristiano. No reconocer la resurrección lleva consigo a convertir a Cristo en un filósofo de la vida y no en el Salvador que nos llena de vida.
Vamos a pedirle a la Virgen María que nos ayude a sentirnos comunidad; a sentirnos Iglesia. Con nuestros defectos, si, pero comunidad de creyentes en Cristo, que se reúne para celebrar la fe. Hoy Jesús de nuevo se hace presente en medio de nosotros, porque estamos reunidos dos o más en su nombre, se hace presente en su Palabra y, sobre todo, se va a hacer presente en el Sacramento de la Eucaristía, convirtiendo el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre, alimento para nuestra vida de fe. Que sepamos decirle, como santo Tomás, ¡Señor mío y Dios mío!, con el gozo de sentirnos dichosos por creer sin haber visto.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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