Cada año, los tres domingos de Cuaresma anteriores al
Domingo de Ramos, nos proponen un tema para profundizar, un itinerario a
recorrer. Este año los textos corresponden al itinerario bautismal, y nos
evocan tres realidades que tienen que ver con los ritos de iniciación
cristiana: el agua de la samaritana, que hemos escuchado hoy, la luz para el
ciego, que veremos el próximo domingo, y finalmente la resurrección de Lázaro.
Y es que la Cuaresma es un camino para la iniciación cristiana.
Es el camino que nos lleva a la fuente bautismal en la noche de Pascua, a unos
para recibir el bautismo, y a otros para renovarlo.
Mirad, el agua es signo de la salvación en las lecturas de
hoy. El agua que brota en el desierto para aliviar la sed del pueblo israelita,
sirve como anuncio de un agua mejor y definitiva, que es el agua de vida que da
Jesucristo y que se convierte en un surtidor inagotable para cuantos creen en
Él. Las lecturas de este domingo nos obligan a cuestionarnos y a tomar conciencia.
A cuestionarnos si de verdad conocemos el don de Dios y quién es el que nos ha
hablado y si reconocemos la necesidad, propia y ajena, del agua viva que sólo
Jesús nos alcanza; y a tomar conciencia de que Dios nos regaló el Espíritu
Santo en el Bautismo y en la Confirmación, de que nos dio la fuente con la que
saciar la sed espiritual, la propia y la ajena. Por eso las lecturas de hoy nos
ponen en camino a renovar nuestro bautismo en la Pascua.
Que Santa María interceda por nosotros para que Dios, que calmó
la sed de su pueblo haciendo brotar agua de la roca, y por medio de tu Hijo dio
a la samaritana el agua de la vida, nos dé de beber el agua viva, y derrame
sobre nosotros el don del Espíritu Santo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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