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sábado, 19 de noviembre de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLXXXIII). Solemnidad de Cristo Rey

 

 
Durante los últimos meses hemos acompañado a Jesús en su camino hacia Jerusalén; hoy este camino llega a su término invitándonos a contemplar al crucificado que muere por la salvación del mundo.

Y las lecturas que proclamamos hoy nos describen como es la realeza de Cristo. Jesús es un Rey-Pastor, prefigurado en la persona de David, que une los pueblos divididos y busca las ovejas descarriadas. David anticipa y encarna la figura de Cristo, que en el misterio de la cruz, reúne a toda la humanidad y la guía a la salvación.

Y la imagen de Jesucristo Rey que se nos muestra es la de Jesús en la cruz, perdonando y prometiendo el paraíso al buen ladrón. Y es que Jesús reina desde la Cruz, entregando su vida por amor. Su reino no se fundamenta en la fuerza, sino en la debilidad, reconciliando la tierra, a Dios con la humanidad por medio de su propia sangre.

Por eso la segunda lectura nos lleva a contemplar la plenitud que se encuentra en Jesucristo, imagen del Dios invisible; plenitud que va más allá del tiempo y del espacio, que está en el origen de toda la creación, que preside la Iglesia, que ha abierto el camino hacia la vida eterna, que lleva a instaurar en el mundo la paz. El apóstol Pablo nos invita a sentirnos afortunados por haberle conocido y poder formar parte de su Reino.

Pues bien, esta experiencia de sentirnos salvados gratuitamente es la que nos tiene que animar a evangelizar en las condiciones difíciles de hoy. Mirad, la solemnidad de Jesucristo, rey del universo fue instituida por el papa Pío XI en el año 1925, en respuesta a los regímenes totalitarios ateos, con la finalidad de invitar a los cristianos a dar testimonio de que solo Jesucristo merece ser reconocido como rey que nos ofrece su Reino; un Reino eterno y universal: el Reino de la verdad y de la vida, el Reino de la santidad y la gracia, el Reino de la justicia, el amor y la paz.

Pidámosle, pues, a la Virgen María, Reina del Universo, Reina y Madre de misericordia, que nos ayude a obedecer los mandatos de Cristo, Rey del universo, para que podamos vivir eternamente con Él en el reino del cielo.
 
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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