Hoy, en este Domingo de la Palabra de Dios, comenzamos la lectura continua del Evangelio de san Marcos, que proclamaremos en la mayor parte de los domingos de este año litúrgico. Hoy en concreto escuchamos el inicio de la predicación de Jesús en Galilea; la cual, el evangelista Marcos resume con estas palabras de Jesús: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed». Una frase que no es una simple frase como las demás; pues resume el mensaje de Jesús, y formula la experiencia cristiana más profunda.
Y es que, como dice san Pablo en la carta a los Corintios, «el
momento es apremiante». El tiempo nos urge. No podemos dejar nada para mañana.
Por eso que es hoy cuando debemos convertirnos, es hoy cuando tenemos que volver
nuestra vida hacia Dios, y creer en el Señor.
No dejemos para mañana lo que
podemos hacer hoy, no seamos perezosos como Jonás, que se resistía al Señor,
mejor seamos como los ninivitas que aceptaron la llamada de Dios y se
convirtieron. Seamos como Pedro y Andrés, y Santiago y Juan que una vez que
escucharon a Jesús, el Señor, que les decía: «Venid en pos de mí, y os haré
pescadores de hombres», lo dejaron todo para seguirle, haciendo del proyecto de
vida de Dios su propio proyecto. Seguro que les costaría separarse de su familia
y dejar el oficio de su vida, y que se preguntarían que a qué fin Jesús les
metía en ese lío... Pero se sintieron fascinados por Jesús e intuyeron que
merecía la pena cambiar este mundo por un camino sorprendente y novedoso, que
era el que había dispuesto Dios.
Y ya que este domingo en el que subrayamos la centralidad de
la Palabra de Dios coincide con el Octavario de Oración por la Unidad de los
Cristianos, tenemos que sentirnos fascinados por esa llamada de Jesús a ser
pescadores de hombres, de forma que todos los creyentes en Cristo, nos reunamos
en una única Iglesia, la única Iglesia querida por Dios. Y para eso, la escucha
de la misma y única Palabra de Dios puede ayudarnos a encontrar caminos que nos
acerquen cada día más a la unidad añorada y deseada, y haga que todos
compartamos la misma Eucaristía.
Pues que la intercesión
de Santa María, y de san José, patrono y protector de la Iglesia, nos ayude a todos para escuchar la Palabra de Dios como lo
hicieron los ninivitas y los apóstoles, y nos mueva a la conversión y a la comunión con los cristianos del
mundo entero, haciéndonos a todos auténticos discípulos del Resucitado que nos
da la verdadera alegría y la vida eterna.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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