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viernes, 7 de junio de 2024

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCLIV). Domingo X del Tiempo Ordinario.


Después de haber celebrado las fiestas pascuales y los domingos de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi, hoy volvemos a los domingos del Tiempo Ordinario. Son domingos en los que no celebramos ningún aspecto concreto del misterio de Cristo; sino más bien celebramos el mismo misterio de Cristo en su plenitud.
Y las lecturas de hoy nos muestran como desde la primera página de la historia de la humanidad, ya aparecen el mal y el pecado en el mundo. Sin embargo, Dios no abandona al hombre en su pecado, sino que compadecido, tiene la mano a todo el que lo busca. Y para eso nos envía a Jesucristo, que vino a este mundo a anunciarnos el Reino de Dios y a salvarnos por su muerte y resurrección.
Por eso que Jesús se encara abiertamente con los que decían que tenía dentro al diablo, ya que Jesús no solo no tiene un demonio, sino que ha venido a luchar contra el mal. Si tuviéramos que resumir el mensaje de las lecturas de hoy lo podríamos hacer afirmando que Satanás está perdido. Perdido. Pero  mientras tanto, como malo que es; bueno, como la maldad en sí que es, puede y va a dar mucho por el saco, metiendo cizaña por todas partes, en el mundo, en la sociedad y en nosotros mismos, intentando por todos los medios apartarnos de Dios.
Haremos bien, pues, en reconocer el mal que hay, tanto en la historia del mundo como en la de la Iglesia como en la particular de cada uno de nosotros, sabiendo que la victoria de Cristo contra el mal ya ha sucedido por medio de su muerte y resurrección, y nosotros estamos llamados a participar en ella; porque, como nos dice san Pablo en la segunda lectura, quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros.
¿Y mientras tanto, que tenemos que hacer? Pues cumplir la voluntad de Dios, como nos dice Jesús en el evangelio de hoy; aunque a la gente de hoy le parezca que estamos mal de la cabeza por ir contracorriente; pero teniendo presente que todos aquellos que cumplen la voluntad de Dios forman parte de la familia de Jesús. ¿Qué es difícil? Pues sí, claro que es difícil. Siempre ha sido difícil cumplir la voluntad de Dios. Pero no imposible.
Vamos a pedirle, pues, a nuestra Madre, la Virgen María, que sepamos poner de nuestra parte el esfuerzo necesario para que nuestra vida y nuestro mundo respondan a lo que Dios espera de nosotros; y aprovechemos que para ello el mismo Jesús no deja de perdonarnos cuando reconocemos sinceramente que le hemos fallado; nos da sus instrucciones por medio de su Palabra, nos da su Espíritu, y nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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