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martes, 28 de agosto de 2007

ARTÍCULO: "Historia de los Mártires Trinitarios en el Santuario"


Historia y biografía de los Mártires Trinitarios del Santuario que fueron Beatificados el 28 de Octubre de 2007.

BEATO DE DIOS PADRE PRUDENCIO DE LA CRUZ GURENQUIZ Y GUEZURAGA

BEATO PADRE SEGUNDO DE SANTA TERESA GARCÍA Y CABEZAS

BEATO PADRE DE JESÚS Y MARÍA OTAZUA Y MADARIAGA.


Historia de los Trinitarios en el Santuario

La pastoral que vienen realizando alcanza cada año frutos más positivos, enriqueciendo la participación de los fieles en la liturgia e imprimiendo a todos los actos un sentido de piedad mariana que se traduce en la celebración permanente del sacramento de la penitencia y de los sacramentos del bautismo y del matrimonio cristianos.

Un aspecto que conviene resaltar de los PP. Trinitarios es su dedicación a la promoción humana y cultural que desarrolló en el largo período de la posguerra en favor de los habitantes del poblado del Santuario y de las numerosas casas de campo diseminadas por la sierra, instalando una escuela unitaria que ha venido funcionando desde 1961.



P. PRUDENCIO DE LA CRUZ EL SIERVO DE DIOS PADRE PRUDENCIO DE LA CRUZ GUEREQUIZ Y GUEZURAGA

“El Padre Prudencio de la Cruz nació en Rigoitia (Vizcaya), Obispado de Bilbao, el día 28 de abril de 1883, de padres cristianísimos, llamados Lorenzo y María Josefa. El mismo día de su nacimiento fue bautizado en la iglesia parroquial de su pueblo y confirmado siendo joven en su mismo pueblo. Recibida su primera comunión, frecuentó asiduamente los santos sacramentos de la confesión y comunión, pasando su infancia y primeros años en la práctica de las virtudes cristianas bajo la vigilancia de sus buenos padres. Ingresó en el convento de los Padres Trinitarios de Algorta, donde comenzó su vida de noviciado el 9 de mayo de 1898, emitiendo sus votos simples el 13 de mayo de 1899 y los solemnes en el convento de La Rambla, el 8 de diciembre de 1903. Desde joven le visitó Dios con una enfermedad que le duró toda la vida, llevándola con verdadera alegría y reconocimiento a Dios. Profesó especial devoción a Jesús Sacramentado, visitándole con frecuencia y pasando diariamente muchas horas delante de Jesús Sacramentado, incluso de noche, cuando los religiosos se retiraban para el descanso. Amó tiernamente a la Santísima Virgen, manifestándole su amor en el sacrificio y en la ternura con que hablaba de ella.”


Tuvo otro hermano en la Orden, llamado Padre Vicente del Beato Juan Bautista de la Concepción, que murió en La Rambla el 13 de abril de 1904, a los veintitrés años de edad. El Siervo de Dios hablaba muy poco, y sí se preguntaba:
-¿Dónde está el Padre Prudencio?
Contestaban:
-Estará en el coro.

Cada día rezaba el rosario completo a la Virgen. En los actos de comunidad llegaba el primero al coro y salía el último. Practicaba con frecuencia el viacrucis. Recién cantada su primera misa tuvo hemoptisis y quedó muy delicado, pero siguió la vida religiosa sin excepciones. Por obediencia tuvo que vivir algún tiempo fuera del convento para curarse de su grave enfermedad. Era muy caritativo con los enfermos y los pobres y muy mortificado. Sus conversaciones eran siempre espirituales; jamás se le oyó murmurar de los superiores. Muy prudente en el confesionario; fue nombrado Director Espiritual de los novicios en La Aparecida (Santander) en 1929 y había sido Maestro de coristas en Córdoba. Estuvo de conventual cerca de siete años en La Rambla y tres en Madrid. El Padre Provincial, al enviarlo de conventual al Santuario de la Virgen de la Cabeza, escribía:
-Ahí le envío un religioso santo.
Y al ser martirizado en Andujar, los fieles comentaban:
-¡Qué lástima que hayan asesinado a estos Padres tan buenos!
Y refiriéndose al Padre Prudencio, decían:
-Aquel viejecito, ¡qué hombre más prudente!

SU INMOLACIÓN

El Siervo de Dios Padre Prudencio fue detenido con los demás Padres del Santuario, como queda referido, el 28 de julio y bajó del cerro vestido de hábito trinitario y se negó a vestir de seglar. El jefe de los milicianos le espetó:
-Mire, usted, que nos pone en un compromiso.
-Si nos matan por ser religiosos –contestó el Siervo de Dios-, estamos muy contentos de ello.
Y al presentarle la ropa de paisano, dijo:
-Si por vestir de religioso me asesinan, estoy conforme.
Le sacaron violentamente a la calle de casa de Don Pascual, y un miliciano de los muchos que había en la calle dijo:
-Al campo con ellos. (Llevaban también al Padre Segundo.)
A lo que contestó el jefecillo:
-No os preocupéis, de éstos me encargo yo.
En efecto, al llegar a la bocacalle del Hoyo dio orden de que cerrasen las puertas y ventanas de las casas próximas, y delante de la puerta de Don Juan María les hicieron una descarga cerrada por la espalda. Murió junto con el Padre Segundo y tres vecinos más de Andujar. Les hicieron un simulacro de autopsia en el hospital. El Padre Prudencio, al ser fusilado, tenía en su mano el breviario y el santo rosario.



EL SIERVO DE DIOS PADRE SEGUNDO DE SANTA TERESA GARCÍA Y CABEZAS


Nació en Barrios de Nistoso, provincia de León, el 24 de marzo de 1891, siendo sus padres Urbano y Justina. Fue bautizado en la iglesia parroquial de su pueblo el mismo día de su nacimiento y recibió muy jovencito el Sacramento de la Confirmación. Joven inteligente y piadoso pasó su infancia y primeros años en la frecuencia de los Sacramentos de la Confesión y Comunión, siendo ejemplo de sus compañeros por el fervor en sus prácticas de piedad y amor al estudio.

Ingresó en nuestro convento de Alcázar de San Juan, donde vistió el hábito de la Orden el 21 de abril de 1906, haciendo su profesión simple el 27 de abril del año siguiente. Terminado el año de noviciado fue enviado a Roma, al convento de San Carlino, a las Cuatro Fuentes, y allí cursó brillantemente la Filosofía en la Universidad Gregoriana (1907-1910), graduándose de doctor en esta Facultad con notas sobresalientes. Cursó también en la misma Universidad los tres primeros años de Teología con el mismo aprovechamiento, y que tuvo que interrumpir por motivos de salud y fue enviado a España. Hizo sus votos solemnes el 14 de agosto de 1910 en el convento de San Carlino (Roma). Fue ordenado de sacerdote en Madrid, el 25 de enero de 1914.
Destinado por los superiores a la fundación de Dalmacio-Vélez, provincia de Córdoba (Argentina), el año 1915, trabajó incansablemente en las tareas escolares y parroquiales hasta el año 1919. De palabra fácil y espíritu apostólico y misionero, se destacó muy pronto en aquella dilatada parroquia por el celo de las almas. Su acción apostólica se extendió por otros muchos pueblos de la Pampa Argentina. Vuelto a España (1919) enseñó Teología en el convento de La Rambla (1919-1922); fue Vicario de Barcelona (1922-1923), profesor en el aspirantazo de Algorta (1923-1928) y de Filosofía en Villanueva del Arzobispo (1928-1931) y en el Santuario de la Virgen de la Cabeza desde el año 1932 hasta el 1934. Fue colaborador de la revista trinitaria “El Santo Trisagio”; cultivaba también la música y la oratoria sagrada. Le encantaba predicar sobre las excelencias de la Madre de Dios. Tocaba y cantaba ocho o nueve misas seguidas en honor de la Virgen en su fiesta del Santuario de la Cabeza y celebraba la última después de la procesión.

Cuando llegaban los peregrinos al Santuario, el primero por quien preguntaban era el Padre Segundo, y no tenía prisa al pedirle que tocase el órgano del Santuario. Tomó también parte en los Certámenes marianos de Lérida.

VÍCTIMA PROPICIATORIA

Dispuesto siempre a hacer el bien a los demás, el Siervo de Dios Padre Segundo ofreció al Señor su martirio, tanto más doloroso cuando veía entre sus verdugos a quienes tantas veces había favorecido. Así lo reconoce Don Luís Montalvo, que en su libro “Defensa y martirio de Santa María de la Cabeza” escribe refiriéndose al Padre Segundo y a los demás religiosos del Santuario: “Los Padres Trinitarios socorrían a diario a muchos pobres que acudían de aquellos alrededores en demanda de comida. Creían los Padres Trinitarios, como todo hombre de bien, que iban realizando una obra humanitaria; pero… algunos de los que recibieron aquella caridad fueron después sus verdugos.”

Cuando los milicianos bajaban detenidos a los Padres desde el Santuario y les dijeron que el régimen de la República no admitía religiosos, el Padre Segundo contestó:
-¿Qué va a ser de esta sociedad, de un régimen que no admite religiosos? ¿No sabéis que los religiosos han sido los más grandes bienhechores de la Humanidad en todos sus ramos y los más amigos de los pobres y trabajadores?
Y al sacarle violentamente de la casa de Don Pascual, en Andujar, parra fusilarle el día 31 de julio, saludó amablemente a los milicianos, diciéndoles que estaba a su disposición y repartió un cigarrillo a cada uno. Poco después, en medio de una calle estrecha, segaban su vida con varios disparos de pistola y de escopeta, junto con el Padre Prudencio. Tenía en sus manos el breviario. Y en medio de un gran charco de sangre recogieron su cuerpo inmolado y le llevaron al hospital, donde simularon una autopsia y le enterraron en el cementerio municipal de Andujar. Así ofreció su vida a Dios esta víctima propiciatoria en aras de su amor a la Orden y al sacerdocio.



EL SIERVO DE DIOS PADRE DE JESÚS Y MARÍA OTAZUA Y MADARIAGA

El Padre Juan de Jesús y María nació en Rigoitia, provincia de Vizcaya, Obispado de Bilbao, el 8 de febrero de 1895, siendo sus padres Francisco y Josefa. Fue bautizado el mismo día de su nacimiento en la iglesia parroquial de su pueblo natal. Recibió el Sacramento de la Confirmación en Luno-Guernica (Vizcaya) el día 8 de agosto de 1898. Ingresó en el colegio-aspirantado de Algorta siendo muy joven y de allí pasó al convento de la Bien Aparecida (Santander), vistiendo el santo hábito trinitario el 30 de septiembre de 1913. Emitió los votos simples en el mismo convento el 11 de octubre de 1914 y los solemnes en Córdoba el 17 de mayo del año 1918. Cursó los estudios eclesiásticos de Filosofía y Teología en los conventos de la Bien Aparecida, Córdoba y La Rambla. Recibió el sacerdocio en nuestra iglesia de Madrid el 23 de octubre de 1921.

Sobresalió durante su vida religiosa en la observancia regular y en el ejercicio de una profundísima humildad. Fue de pronta obediencia, cumpliendo inmediatamente cuando ordenaran sus superiores y siempre que conocía su voluntad, sin que tuviera que recibir órdenes. Era muy trabajador y practicó los oficios más humildes de la comunidad con asiduidad, constancia y amor al trabajo. Durante los años que permaneció como conventual en la casa de Madrid fue el encargado de las funciones de la iglesia y del culto, al que atendía con sumo esmero y devoción. “Alma cándida y sin malicia, desempeñaba los oficios que rehusaba la servidumbre: lavaba la ropa de los enfermos y ancianos. La bondad se reflejaba en su rostro; parecía no haber perdido la gracia bautismal. Hablaba poco con los hombres para conservar su vida interior en Dios. Amante de la música, tocaba el violonchelo, y dotado de una hermosa voz de bajo cantaba en las funciones de la iglesia de San Ignacio, de Madrid, y dirigía desde el púlpito tres o cuatro rosarios y trisagios cada día durante los años que perteneció a esta comunidad. Por su carácter pacífico y por su espíritu fiel y laborioso fue muy estimado en todos los conventos donde vivió.”

El incendio de su querida iglesia de San Ignacio, el 13 de marzo de 1936, fue un rudo golpe para su espíritu tranquilo. Tuvo que dejar con otros Padres la residencia de Echegaray y refugiarse en casa de doña Francisca Ruiz, viuda de don Antonio Basagoiti, insigne bienhechora de la Orden. Muchas anécdotas nos cuentan sus hijos de la timidez del Siervo de Dios Padre Juan durante la persecución religiosa de aquel año. Al no poder celebrarse los cultos en la iglesia citada, el Padre Provincial, que era el mártir Padre Domingo de la Asunción, trasladó al Padre Juan al Santuario de la Virgen de la Cabeza, donde había de dar el supremo ejemplo de fortaleza cristiana y del carisma del martirio, a pesar de su natural tan tímido.

SU ÁNIMO Y FORTALEZA EN EL MARTIRIO

Corrió la misma suerte de la comunidad del Santuario, como queda referido, al estallar la revolución de 1936, y recibió hospitalidad en Andujar en casa del señor Conde de la Quintería. En la cárcel de Andujar estuvo privado aun de lo más necesario, amenazado continuamente, y por fin conducido a la cárcel de Jaén, donde se manifestaron sus virtudes, pidiendo él mismo ser conducido al departamento de los condenados a muerte, con el fin de ayudar a bien morir a los que eran destinados a la pena suprema. Cuando sacaban a éstos, el Siervo de Dios se postraba en cruz en la escalera de piedra de la cárcel, orando desde la una de la madrugada hasta las siete de la mañana. Rezaba todos los días el Oficio Divino y el santo rosario y se confesaba con frecuencia, ya que en la cárcel había cierta libertad y llevaba vida de convento. Se realizó en él una gran transformación interior desde que supo que iba a morir. Declara un compañero de prisión: “El espíritu de fe se manifestaba en su forma de obrar y en esa piedad especial que atraía y nos inspiraba tal confianza que todos lo buscábamos para confesarnos.” “Salió para la muerte con mucha entereza sobrenatural.” “Rezaba todos los días el rosario y decía que era la mejor manera de prepararse a la muerte.”. “Manifestó tranquilidad y alegría en las horas más difíciles, incluso en la hora de la muerte.” “Pudo comulgar alguna vez, pues se introdujeron en la cárcel algunas formas consagradas sin que los guardias se dieran cuenta.” “Oí que se daba disciplina.” “Animaba a todos a bien morir.” Estas son algunas de las declaraciones de los testigos en el Proceso de Beatificación de este Siervo de Dios.

Un Tribunal popular condenó al Padre Juan a veinte años de prisión, pero él no se defendió y tuvo que sufrir muchas vejaciones. Cuando le designaron para ser trasladado a Sotana (Murcia), influyeron los presos para que él y los demás de “Villa Cisneros”, departamento de los condenados a muerte, no fueran llevados ante el recuerdo de las dos primeras expediciones tan desgraciadas. La noche del 2 de abril, hacia las doce, se presentó un centinela con una lista en el dormitorio de la cárcel donde se hallaba el Padre Juan. Uno de los vigilantes, un tal Ortega Valdivia, dijo: “Oído, los que se lean que se vistan y salgan a la galería.” El Siervo de Dios dormía en lo que era capilla para los condenados. Al oír su nombre se acercó al sacerdote Don Bartolomé Torres y le dijo: “Don Bartolomé, me han nombrado en la lista de los condenados a muerte, quiero confesarme. Diga a los Padres Trinitarios que quiero morir como buen religiosos, que me perdonen mis defectos. Adiós, hasta la eternidad.” Le llevaban a la muerte y el Padre Juan iba cantando cánticos piadosos. Fue fusilado en la madrugada del 3 de abril de 1937, en las inmediaciones del cementerio de Mancha Real (Jaén), donde se halla enterrado su cuerpo martirizado.

Artículo: Comunidad Padres Trinitarios
Basílica y Real Santuario Ntra Sra de la Cabeza

Colaboración: Gaspar Parras Jiménez 
CANAL ROMERO TV

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