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viernes, 31 de mayo de 2024

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCLIII). Corpus Christi

 


Celebramos, dentro de nuestras posibilidades, con gran solemnidad uno de esos días que relucen más que el sol, que es la fiesta del Corpus Christi; una prolongación de la alegría pascual; una fiesta que se centra en la adoración de la Eucaristía, en la que Cristo se hace realmente presente cada vez que, cumpliendo su mandato de «haced esto en conmemoración mía», repetimos los mismos gestos y las mismas palabras que Él llevó a cabo en la Última Cena.
Es, pues, una fiesta de adoración, de alabanza, de acción de gracias a Dios por haberse querido quedar con nosotros hasta el final de los tiempos en este admirable sacramento.
Y las lecturas que escuchamos hoy resaltan sobre todo la dimensión sacrificial de la Eucaristía, centrándose en la Alianza del Señor con su pueblo; por un lado, la del Antiguo Testamento, sellada con la sangre de los sacrificios, figura de la Alianza nueva y eterna, sellada con la Sangre de Cristo que nos purifica de las obras muertas llevándonos al culto del Dios vivo, Alianza de la cual Él Señor Jesús es el Mediador.
Pero además, la Eucaristía, además de sacrificio, es también un banquete de comunión, cuyo alimento es el propio Cuerpo y Sangre de Cristo, realmente presente en las especies del pan y del vino. Por eso, nuestra actitud ante este gran misterio de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento, debe ser la de la adoración y la oración, sabiendo que Él, que se ha hecho alimento para nuestras almas, sigue presente tras la celebración litúrgica en el Pan y Vino consagrados y que reservamos en el Sagrario. No sé si nos damos cuenta, pero la suerte que tenemos de tener la reserva eucarística en nuestra parroquia es un don que no sabemos valorar. Jesús está en el sagrario, esperándonos, deseando que vengamos a verle y le adoremos y contemos nuestras cuitas y avatares de cada día. Mejor vecino no podremos esperar tener jamás.
Y unida a la fiesta del Corpus está la jornada de la caridad. La colecta económica de hoy está destinada a Cáritas, la institución eclesial que hace realidad el mandato del amor que Jesús nos dio en la última cena antes de instituir la Eucaristía. Y es que no podemos celebrar la Eucaristía en condiciones si nos desentendemos de nuestros hermanos que pasan necesidad. Que los tenemos, y no pocas veces más cerca de lo que pensamos.
Participemos, pues, con alegría en este Sacramento admirable en el que Cristo se nos da como alimento, y nos ofrece comulgar con su propia persona en su Cuerpo y su Sangre bajo las formas del pan y del vino.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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