Pues, poco a poco, nos vamos acercando al final del Tiempo Pascual; el
próximo domingo celebraremos ya la Ascensión y al siguiente el broche final,
con la fiesta de Pentecostés. Pero la liturgia de este domingo nos sigue
invitando a la alegría desbordante por la Resurrección de Jesucristo,
animándonos a seguir celebrando con fervor sincero estos días de alegría en
honor del Señor resucitado.
Y las lecturas de este domingo se centran claramente en la consigna del
amor, que es la clave de la revelación del ser profundo de Dios, pues, como nos
dice san Juan, Dios es amor, ¡Dios es amor!; y Cristo es la personificación
perfecta de ese amor. Por eso el Maestro nos pide en el evangelio permanecer en
su amor, y para ello nos deja un mandamiento nuevo, que nos amemos unos a otros
como Él nos ha amado.
Y es que permanecer en el amor de
Jesús, supone experimentar un amor inmenso que hemos e irradiar a los demás.
¿Cómo? Pues ante todo, guardando su mandamiento de amar a los hermanos como Él
nos amó. Y aquí no se trata de un amor de sentimientos y superficial que es
engañoso y estéril, porque la palabra amor hoy día la hemos vaciado de
contenido y a cualquier cosa la llamamos ahora amor; sino que se trata del amor
de verdad, del amor que procede de aquel que nos ha amado tanto hasta
entregarse nosotros en el madero de la cruz; porque el amor autentico es un
amor que pasa por el sacrificio y la entrega de la vida, como el de Jesús, que
fue víctima de propiciación por nuestros pecados.
Que la Virgen María nos ayude,
pues, a que la alegría de Cristo resucitado siga inundando nuestros corazones,
para que así, permaneciendo en su amor y
en su amistad, podamos se testigos valientes y generosos del Evangelio en medio
del mundo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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