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viernes, 17 de mayo de 2024

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCLI). Domingo de Pentecostés

 

Hoy, Domingo de Pentecostés, se cumple la Promesa. Hoy el Señor lleva a plenitud el Misterio Pascual enviando el Espíritu Santo sobre los que había adoptado como hijos. El Espíritu de vida que había resucitado a Jesús de entre los muertos el día de Pascua ahora es derramado sobre toda la creación, empezando por aquellos que lo esperaban con ansias. Hoy, los cristianos pedimos con una sola voz y una sola alma que venga el Don de los dones, y renueve con su presencia al pueblo de Dios, a la Iglesia entera, que necesita de su fuerza, de su luz y de su gracia. Pedimos que renueve a este pueblo y lo llene con el mismo entusiasmo con el que llenó a los Apóstoles, que salieron en aquel primer Pentecostés cristiano a las calles y plazas para anunciar la salvación realizada por Cristo, dando así comienzo al tiempo de la Iglesia.
Pues bien, el Espíritu Santo, Mano actuante del Padre y Don de dones espléndido, sigue aleteando hoy sobre la faz de la tierra, renovándola constantemente como un viento suave que lo llena todo y lo ventila todo.   Y es que el Espíritu Santo es Luz que viene del cielo a iluminar las oscuridades del alma, la oscuridad del pecado, y a dejar relucir la verdad. El Espíritu Santo es Huésped que viene a habitar en la morada del corazón para ir conformándolo con la voluntad de Dios. El Espíritu Santo es ese Agua tan necesaria para la tierra del corazón humano, tan sediento de amor. El Espíritu Santo es Fuego, que ilumina y calienta, que quema lo malo y purifica lo bueno. El Espíritu Santo es el Consolador que, en estos tiempos de tanto sufrimiento viene a enjugar las lágrimas de tantos y tantos rostros...
Dejemos que el Espíritu Santo nos ilumine y fortalezca para que seamos capaces de superar frustraciones y desánimos, y nos haga vivir convencidos de que es posible caminar en la vida viviendo el Evangelio de Jesucristo, y que, como los Apóstoles, seamos testigos de Cristo en medio del mundo con nuestras palabras y nuestras obras.

Mn. Ramón Clavería Adiego.

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