Dentro del tiempo de Adviento, que nos prepara a la venida
del Señor, celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen
María, en la que recordamos que Dios quiso que la que iba a ser Madre de su
Hijo no fuera tocada por la miseria del pecado. Y por tanto, durante toda su
vida terrena, estuvo libre de cualquier mancha de pecado. Es decir, que Dios no
permitió que la Virgen María cometiera ni un solo pecado en su vida.
Mirad, en sus orígenes, la humanidad experimentó una armonía
que hoy descubrimos como una misión imposible. El mal entró en el mundo porque
se le abrió la posibilidad y en esa oportunidad el ser humano se creyó la
mentira de sustituir a Dios y ocupar su lugar. Pero desde el mismo comienzo de
la humanidad, cuando el hombre peca, Dios no le abandona a su suerte, sino que,
compadecido, le ha tendido siempre su mano para que le encuentre el que le
busca.
Por eso que el mal no tiene nunca la última palabra. No
caigamos en la desesperanza. Porque la descendencia de una mujer lo destruirá
para siempre. Esa mujer es la que desde sus orígenes la Iglesia ha visto en
María de Nazaret, la madre que posibilita la existencia de Jesús de Nazaret,
quien vence para siempre al mal y a la muerte. Así que no: el mal no tiene la
última palabra. La última palabra la tiene Cristo.
Y la aceptación por parte de María de los planes de Dios
hace que el proyecto salvador de Dios entre en la historia. Por medio de María,
que con su «Hágase en mi según tu palabra» cooperó con actitud creyente
respondiendo con prontitud y disponibilidad a lo que Dios le pedía, el que está
por encima del tiempo entra en el tiempo de la historia. Todo es posible porque
la colaboración de una persona salva a toda la humanidad.
Pues bien; en la Virgen María encontramos una buena Maestra
para este Adviento y para la próxima Navidad. Nosotros queremos prepararnos a
acoger bien en nuestras vidas la venida del Salvador. Ella, la Madre, fue la
que mejor vivió en sí misma el Adviento, la Navidad y la Manifestación de Jesús
como el Salvador de Dios. Mirándole a ella, y gozándonos hoy con ella,
Inmaculada desde el primer momento de su existencia, y santa y pura durante
toda su vida, nos animaremos a vivir mejor este Adviento y esta Navidad.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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