Con esta solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, que
celebramos hoy, llegamos al final del año litúrgico, durante el que hemos
seguido el evangelio según san Mateo, y el texto de este último domingo viene a
ser como el resumen de toda la Buena Noticia que domingo tras domingo hemos ido
escuchando a lo largo de todo este año, donde aparece Cristo como Juez
Universal y el amor al hermano como el punto de confrontación de cada uno con
Él, de manera que aparece claramente que el amor es el resumen de todo el
Evangelio.
Mirad, cada año es diferente la perspectiva en la que se
presenta este misterio de la realeza de Jesucristo. Hoy no se nos ofrece en su
aspecto teológico, como podría ser, por ejemplo, su origen divino, sino en su
actuación. A Jesús se le llama Rey, pero las lecturas traducen también esta
realeza llamándole Pastor, Juez, Salvador...
Por ejemplo, el profeta Ezequiel anuncia en la primera
lectura que el mismo Dios se va a preocupar de su pueblo como pastor, guía,
médico, juez, liberador, reunificador... Claro, nosotros los cristianos sabemos
que esta profecía se ha cumplido perfectamente en Cristo Jesús, en quien Dios
se nos ha acercado definitivamente. Pablo le presenta como el Resucitado, que
ha vencido al mal, y nos comunica su nueva vida a todos. Pero Pablo tiene,
además, una perspectiva muy dinámica, y es que el Reino de Cristo no está
conquistado del todo, sino que se va alcanzando poco a poco. Y poco a poco Cristo
irá venciendo progresivamente todo mal y, al final de los tiempos, entregará a
su Padre el Reino completo, con todos los que han creído en Él.
De este modo, Cristo aparece en el Evangelio como el que, después
de haberse entregado totalmente por su rebaño, hasta la muerte, vendrá como
Juez, separando a los buenos de los malos al final de los tiempos, concluyendo
el ciclo de toda la historia, y por eso le llamamos Señor, Juez, Maestro, Rey,
Salvador, Mesías. Son títulos que convergen en una misma Persona, la de Jesucristo,
que es la clave para interpretar y vivir la existencia de todo ser humano y de
toda la creación.
Por tanto, hoy, al final del año, y luego, al final de
nuestra vida, la pregunta que ya conviene que nos adelantemos a nosotros mismos
es si hemos progresado en el amor, en la justicia, en la fraternidad... ¿hemos
dado de comer, visitado, ayudado... a Cristo en la persona de los hermanos?
Porque esta es la clave de su Reino y de nuestra pertenencia a Jesucristo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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