Este fragmento del evangelio que escuchamos hoy para mí es
un pasaje especial, porque, no me preguntéis por qué, cuando me preparaba para
la primera comunión, me lo aprendí de memoria así, por las buenas, sin saber lo
que quería decir. De hecho no sé si me lo aprendí de memoria o se me quedó tal
cual en la cabeza. El hecho es que lo llevo metido dentro desde los ocho años y
medio. Y si a esto añadimos que fue el texto que, a elección mía, se proclamó
en mi ordenación sacerdotal, pues nos encontramos ya con la guinda del pastel.
La cosa es que, dejando de lado mi anecdotario personal, en
este episodio evangélico Jesús invita a los suyos a ser sal y luz en medio del
mundo para que los demás puedan ver a Dios a través de ellos. Invitó en su momento
a los que le escuchaban en la montaña, y nos invita hoy, aquí y ahora a todos y
a cada uno de nosotros. ¿Cómo? Pues dando ejemplo claro de que uno es cristiano
y vive en evangelio en cada momento.
Y para eso Dios nos invita a ser valientes. Porque ser sal y
luz en medio de este mundo nos exige estar dispuestos a ir a contracorriente, y
supone un desgaste en todos los aspectos. Es un desafío que no es fácil, porque
tenemos que contar que somos personas, con nuestras limitaciones; pero, como
nos recuerda san Pablo en la segunda lectura, es posible con la ayuda de Dios.
Ya Isaías en la primera lectura da unas pautas de comportamiento
para ser luz en medio del mundo, practicando buenas obras. Podríamos añadirle
más, según el ambiente en que cada uno de nosotros se desenvuelva. Pero teniendo
claro que estas buenas obras tenemos que hacerlas de corazón, no sólo para que
nos vean. Pero tengamos en cuenta también que es importante que nos vean hacer
el bien, ya que el buen ejemplo es lo que puede arrastrar a los demás. Aunque ya
sabemos que muchos, en vez de dejarse iluminar, se empeñan en vivir a oscuras y
lo que hacen es criticar y sacar pegas al bien que uno puede hacer
desinteresadamente.
Bueno, pues pidámosle a la Virgen María que nos ayude a ser
sal y luz en nuestra sociedad. Esa es la gran tarea que tenemos los cristianos;
una responsabilidad empeñada en sembrar, con la ayuda de Dios, la Buena Noticia
de Jesucristo en el corazón de cada hombre y mujer de este mundo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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