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sábado, 28 de enero de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCXII). Domingo III del Tiempo Ordinario



Hoy comenzamos la lectura evangélica del llamado «Sermón de la montaña»; discurso de Jesús que se prolongará durante los próximos domingos, hasta que lleguemos a la Cuaresma. Son palabras de gran actualidad. De hecho, el Papa Benedicto XVI dijo sobre este sermón que está dirigido a todo el mundo, en el presente y en el futuro y que sólo se puede entender y vivir siguiendo a Jesús y caminando con Él.
Y este discurso comienza con el conocido texto de las bienaventuranzas, del cual podemos decir que es el núcleo del mensaje de Jesús, ya que las bienaventuranzas son el camino más directo a la felicidad, que es la gran aspiración de toda persona que vive en este mundo. Son una biografía del mismo Jesús y una invitación a todos sus discípulos a seguir sus huellas. Con ellas Jesús nos hace una propuesta innovadora y transformadora de vida evangélica, que nos coloca en valores muy distintos a los de este mundo, pero que son la clave de la salvación.
A ver... es cierto que aceptar las bienaventuranzas, o mejor dicho, el ponerlas por práctica, exige un ejercicio de conversión bastante costoso, pues como acabo de decir, significa ir a contracorriente de todo lo que hoy se nos ofrece en la sociedad. Y es que, para engañarnos, el ser sencillo, benévolo, mostrarse manso y disponible, el pasar por sufrimientos innecesarios, el mojarse en la lucha por altos ideales como la justicia y la paz, o el mostrar un talante religioso coherente no está de moda. Así como suena. El ser bueno y santo no está de moda, y en muchos casos, se muestra como algo fracasado e inaceptable, porque quien va de bueno y humilde por la vida se expone a ser despreciado por blando, a que no lo tengan en cuenta en las decisiones sociales, e incluso a que se aprovechen de él.
Pero mirad, el profeta Sofonías, en la primera lectura, nos pide no dejar de buscar al Señor, incluso en medio de la adversidad y del combate, porque Dios busca en el hombre un corazón humilde y pobre que lo espere todo de Él y confíe plenamente en su designio. Y es que, como dice san Pablo, la verdadera razón de nuestra vida solo está en Dios, que ha escogido lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; y no en las categorías humanas, que excluyen, marginan y crean divisiones.
Vamos a esforzarnos, pues, con la ayuda del Señor, y apoyándonos en la intercesión de la Virgen María, por vivir de verdad nuestra vida cristianas, llevando a todos la paz, la justicia y el consuelo de los bienaventurados.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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