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sábado, 21 de enero de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXCI). Domingo III del Tiempo Ordinario

 

 
La liturgia de hoy, Domingo de la Palabra de Dios, nos tiene que ayudar a c. Miradomprender la riqueza del diálogo constante de Dios con su pueblo por medio de la Palabra, que nos capacita para el anuncio por todo el mundo de esta luz inagotable.
Precisamente la luz es la imagen que utilizan las lecturas de hoy para referirse a Jesucristo, el Verbo de Dios, quien, con las primeras palabras que pronuncia en su vida pública, propone la conversión como la condición básica y, a la vez, el primer fruto del que escucha la Palabra de Dios y la acepta en su vida.
Y es que escuchar y asimilar la Palabra de Dios que proviene de Cristo es, pues, una llamada a la conversión. Porque este anuncio del amor y la misericordia de Dios no sólo vale para los contemporáneos de Jesús, sino que llega a los creyentes de los tiempos actuales, ya que Cristo se ha convertido históricamente en la luz y en la salvación de este mundo al que ha sido enviado por el Padre. Un mundo que, aunque no quiera darse cuenta, está pidiendo a gritos ser iluminado por esta luz que da la vida.
Mirad, la misión del discípulo es la de ser portador de la luz de Cristo de forma que dé claridad y calor de vida especialmente a los enfermos y a los que sufren, para que su dolor no los hunda en la oscuridad del sinsentido existencial. Pero la luz de Cristo debe llegar a todos: a las familias, a la juventud y a los niños, a los profesionales y a los consagrados, a los que gobiernan y a todos los que viven en nuestra sociedad que tiene tantas sombras.
Y también, en los tiempos que corren, una gran tarea de los discípulos del Señor es trabajar con espíritu de unidad para que todos los creyentes vivamos unidos en un único Cuerpo de Cristo, en una sola Iglesia, que a la vez, debe ser una y múltiple, variadamente compuesta y, sin embargo, armónicamente ordenada.
Que María, Madre de todos los cristianos, nos ayude para que pronto todos los que creemos en Jesucristo, alcancemos la unidad, y experimentando la belleza de formar una sola familia para ofrecer un auténtico y eficaz testimonio cristiano, podamos decir unidos que el Señor es nuestra luz y nuestra salvación.
 
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual Abril Romero.

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