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sábado, 14 de enero de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXC). Domingo II del Tiempo Ordinario


 
La celebración de este domingo todavía conserva el resplandor de la Navidad y de la Epifanía, pues tras haber contemplado a Jesús nacido en Belén, adorado por los Magos, y bautizándose en el Jordán, comenzamos la primera parte de los domingos del Tiempo Ordinario –los domingos en los que el cura se viste de verde, para que me entendáis-, que en algunos lugares se llama “Tiempo de Epifanía”, en la que nos disponemos a profundizaren la vida cotidiana el misterio de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Y las lecturas de hoy tienen como eje transversal la invitación de Dios a toda la humanidad a asumir como propio el proyecto del Reino. El texto que leemos en la primera lectura anuncia una salvación para todas las naciones, no únicamente para el pueblo de Israel, y san Pablo inicia su carta confirmando la universalidad del Reino de Dios; expresando lo que el mensaje de salvación es para todos los que en cualquier lugar -y tiempo- invocan el nombre de Jesucristo.
Pues bien, el evangelio manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto como un cordero cuyo sacrificio y cuya sangre derramada otorga la liberación de la muerte, le da a la vida consistencia y sentido; este es el cordero que Dios ofrece en la cruz y que otorga la liberación del pecado a toda la humanidad ... Jesús es el Siervo de Dios que tiene poder para iluminar y reconciliar a todo hombre.
Y es que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús, con su muerte, no cubre el pecado, no lo esconde; sino que lo remueve, lo borra, lo limpia... El sacrificio de Cristo-Cordero nos alcanza el perdón de Dios, nos limpia del pecado. Dios, gracias al sacrificio de Cristo, remueve, quita, lava, el pecado en nosotros.
Mirad, la profecía de Isaías sobre el Siervo ya se cumplió en el Calvario, pero se vuelve a actualizar en cada Misa, pues cada vez que celebramos el sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención.
Que María nos muestre, pues, cada día y cada momento a Jesús, el fruto bendito de su vientre que ha venido a liberarnos del pecado y a traernos nueva vida.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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