Hoy, con esta fiesta del Bautismo de Jesús, cerramos el
ciclo de la Navidad, tiempo litúrgico en el que hemos celebrado los misterios
del Nacimiento de nuestro Salvador. Y ponemos el broche final a estos días
escuchando la voz del Padre desde el cielo que nos dice que el Niño que hemos
acogido como Salvador, y al que hoy contemplamos ya crecidito, es su «Hijo
amado».
Pero no solo cerramos el ciclo de Navidad, sino que
comenzamos también el tiempo ordinario, uniendo en la celebración de hoy dos
tiempos litúrgicos, el nacimiento del Salvador y el inicio de su vida pública,
que empieza con su bautismo.
Porque fijaos, Jesús, a quien durante estos días hemos
contemplado recién nacido, ha crecido. Quitando el episodio de cuando se escapa
de la compañía de sus padres en Jerusalén y se queda en el Templo, los
evangelios no nos cuentan absolutamente nada de Él durante estos
aproximadamente treinta años. Treinta años durante los cuales ha estado
viviendo en Nazaret, silenciosamente, como uno más, aprendiendo lo que es la
vida, viviendo de su trabajo, y bien seguro que preparándose para la misión que
tenía que llevar a cabo.
¿Y cuál es esa
misión? Pues la de salvar al mundo. La misión de Jesús será cumplir la misión
del siervo de promover el derecho y la justicia descrita por el profeta Isaías
en la primera lectura desde la mansedumbre y la fortaleza.
Y esa misión Jesús la empieza a desarrollar junto al Jordán. Porque
mirad, Jesús no va al Jordán para pedir perdón de los pecados, como hacían los
demás; entre otras cosas, porque Jesús no tiene ni puede tener pecados; sino
que lo hace para hacernos comprender lo cerca que está Dios de los pecadores.
Y es que Dios, su Padre, quiere que Jesús se moje, que se identifique
con el hombre, con su condición vulnerable. Quiere que su Hijo recorra el
camino del dolor y de la humillación para abrir un camino hacia el cielo para
aquellos que se arrepienten de sus pecados.
Y no olvidemos una cosa: Jesús, recibiendo el Bautismo de Juan, y
siendo proclamado por Dios como su Hijo amado, comienza su misión de Mesías.
Nosotros, al recibir el Bautismo de Jesús, hemos sido hechos hijos de Dios, y
estamos llamados a llevar a cabo la misma misión de Jesús, como discípulos
suyos. Hagámoslo. Y a ejemplo de nuestro Señor y nuestro Maestro, pasemos por
el mundo haciendo el bien.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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