Páginas

sábado, 1 de octubre de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLXXVI). Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

 

Todas las lecturas que proclamamos hoy en la celebración nos invitan a fortalecer la fe. En la primera lectura, en la podemos ver como el profeta Habacuc se queja de las dificultades del mundo en el que le tocó vivir, que ponían a prueba su fe en Dios, el Señor le recuerda que el justo vivirá por su fe, y le pide que tenga esperanza y confíe en Dios porque el justo vivirá por su fe.

Por tanto, nosotros no podemos acobardarnos ante las dificultades de nuestra época que dificultan la evangelización. Al revés, como dice san Pablo en la segunda lectura, no tenemos que avergonzarnos del testimonio de nuestro Señor, sino que hemos de tomar parte en los padecimientos por el Evangelio. Y para poder hacerlo, Pablo pide a Timoteo, pero también nos pide a nosotros, que reavivemos nuestra fe en Cristo Jesús. Una fe en la que, en el evangelio, Jesús nos descubre que es más importante la calidad que la cantidad. Por eso que tenemos que pedirle al Señor que aumente en nosotros la fe, puesto que la fe es un don de Dios. No importa que esta fe sea pequeña como el grano de mostaza, porque quien actúa en nuestro corazón no es nuestra fuerza de voluntad, sino la gracia de Dios; y Jesús nos dice, con imágenes sacadas de la sabiduría oriental, que esta gracia va siempre más allá de nuestras miradas humanas, con frecuencia muy estrechas.

Y también hay una segunda enseñanza en este texto, que nos indica la sencillez con la que debemos vivir este don de la fe que Dios nos da. Y es que la fe nos confiere un poder especial, pero un poder que tenemos que vivir como servicio desinteresado para dedicarlo a los demás, siendo conscientes de que al hacerlo no hacemos más que lo que debíamos, sin pedirle cuentas a nadie. Así, cuando ponemos nuestros bienes al servicio de los demás, no hacemos sino lo que tenemos que hacer. Cuando acompañamos al anciano solo, dándole un rato de nuestro tiempo, no hacemos sino lo que tenemos que hacer. Cuando ayudamos al que nos necesita, no hacemos sino lo que tenemos que hacer. Cuando escuchamos al que nadie quiere oír, no hacemos sino lo que tenemos que hacer… Para muchos estas acciones son proezas que nunca harían por sí mismos, y nosotros tampoco, pero son pequeñas hazañas cotidianas que Dios ha puesto en nuestras manos. Nosotros solo hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Pidámosle, pues, a la Virgen María, ahora que acabamos de comenzar este mes tan mariano que es el mes de octubre, el mes del Rosario, que interceda por nosotros para que el Señor aumente nuestra fe y así podamos hacer de nuestra vida cristiana un servicio a Dios y a los hermanos.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, bienvenid@ a Abril Romero. Deje su mensaje o saludo.