Los últimos domingos, el evangelista Lucas, que es el que más refleja
el amor que Jesús tiene por los pobres, nos ofrece diversos puntos de reflexión
sobre los peligros de un amor excesivo al dinero, a los bienes materiales, y a
todo aquello que impide vivir en plenitud nuestra vocación de amar a Dios y a
los hermanos, y para eso nos pone en guardia acerca de nuestra relación con
los bienes de la tierra y el inconveniente que pueden llegar a ser para seguir
a Jesucristo con fidelidad.
Y para eso, utiliza hoy una parábola ciertamente desconcertante, que
puede dejarnos perplejos, porque podría parecer que Jesús quiere que imitemos
al administrador deshonesto, actuando con poca o con ninguna ética. Pero no es
eso lo que nos quiere decir; sino que nos está indicando que los que viven
apartados de Dios, los hijos de este mundo, son más previsores para el
futuro; y por eso nos pone este ejemplo,
para que nos espabilemos, y sepamos vivir mirando no solo el presente, sino el
futuro, y sobre todo el futuro definitivo, es decir, la vida eterna.
Así pues, la parábola del administrador deshonesto y astuto resulta
sorprendente porque es una lección de economía de la salvación. En ella Jesús
nos invita a usar los bienes materiales de modo que podamos conseguir con ellos
los bienes celestiales. Pero que se nos meta de nuevo en la cabeza que el
administrador no es un modelo a seguir; sino que el modelo a seguir es la
astucia, la picardía de este hombre; y no para asegurarnos un futuro material,
sino para entrar en el Reino de Dios.
Y también en este domingo, especialmente en la segunda lectura, se nos
revela cómo la salvación está destinada a todas las personas de la tierra;
quedando así claro que Dios quiere que también todos sus hijos disfruten de los
bienes que ha creado y no que algunos los acaparen sin compartirlos con el
prójimo.
Pues que Santa
María nos alcance del Señor el ser audaces y decididos para saber administrar
rectamente los bienes, tanto materiales como espirituales que se nos han
confiado, siendo fieles a Dios y sirviéndole con alegría.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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