Como cada año, cuando los calores del estío alcanzan su
punto álgido, y dan comienzo a la llamada canícula, los días más calurosos del
verano, el recuerdo del Hijo del Trueno nos reúne, y así como las altas
temperaturas de estos días, en cierto modo, nos hacen hervir la sangre,
recordamos el temperamento fuerte y ardiente de aquel que estaba dispuesto a
todo por ocupar un lugar de preferencia en el Reino que Cristo había venido a
instaurar.
Así, el color rojo de la sangre, marca exteriormente la
celebración litúrgica de hoy; pues Santiago bebió del cáliz del Señor, es
decir, entregó su vida en el martirio, derramando su sangre por fidelidad a su
Señor.
Y es que a Santiago, al igual que al resto de los apóstoles,
no se le ahorraron sufrimientos, y tuvo que pagar el puesto de preferencia en
el Reino de los cielos con una muerte martirial. Supo muy bien que el tesoro de
su ministerio lo en una vasija de barro, y que mientras vivió, fue atribulado,
perseguido, y entregado a la muerte por causa de Jesús.
Mirad: la evangelización va unida a la sangre, a beber el cáliz
del Señor. Y aunque nos pueda sonar raro, los cimientos de la Iglesia están asentados y cuajados en sangre. Santiago
y los demás del grupo de los Doce fueron al mismo tiempo apóstoles y mártires. Así
va ha ido naciendo la Iglesia, ayer y hoy. Por eso, en la actual España,
antigua Hispania romana, cuya evangelización está vinculada a la persona del apóstol
Santiago, tenemos que volver a anunciar de nuevo el evangelio, que no es pura palabrería,
sino entrega de sí mismo. Pero, ¡cuánto nos cuesta hoy ser evangelizadores de
nuestro ambiente!¡Cuánto nos cuesta bregar con los «paganos» de casa! Pues
mirad: las grietas abiertas en la Iglesia, son grietas que se han de cerrar con
sangre, con el testimonio de mártires que sean testigos fieles del amor de
Cristo, y que no teman entregar su vida hasta el extremo por el maestro.
Y no pensemos que Santiago tuvo fácil la labor de
evangelizar; que no la tuvo. Es más, la tradición nos cuenta que tuvo grandes daoído
a su predicación.
Pero Santiago contó con una persona que lo animó
especialmente, que fue la Virgen María, quien a orillas del Ebro,
milagrosamente, fue a visitarlo mientras todavía vivía en este mundo, y le dio
ánimos para no venirse abajo, entregándole una columna como señal de su visita,
columna a la que los aragoneses nos abrazamos muy especialmente en los momentos
de dificultad.
Que Ella, que es Pilar de nuestra
fe, y columna que guía nuestros pasos, sea la estrella que nos guie a todos en
la nueva evangelización de nuestro pueblo, de España y de los pueblos de Hispanoamérica.
Que su intercesión y la del santo Apóstol hagan que España se convierta a
Cristo y le sea fiel hasta el final de los tiempos.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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