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domingo, 24 de julio de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLXIX). Domingo XVII del Tiempo Ordinario


 
Durante estos últimos domingos, la Palabra de Dios viene poniendo el acento en algunas actitudes que son básicas en la fisonomía del discípulo del Señor, como son el seguimiento, el apostolado, la misericordia, la escucha y la necesidad de reforzar nuestra vida interior en Cristo...
Bueno, pues hoy nos encontramos con otro elemento esencial de la vida cristiana, que es la oración. Una cuestión que no es fácil, porque orar, rezar, no es que sea fácil. Mirad, hoy en día, hay muchos cristianos que necesitan que alguien les enseñe a orar, porque al igual que le sucedió a los apóstoles, no saben muy bien como hacerlo, les cuesta ponerse a ello o les resulta muy difícil hacerlo.
Pues bien, Jesús, al enseñar a sus discípulos el Padre nuestro, les enseñó el sentido y la forma de la oración. Puesto que quien ora aprende a mirar a Dios como Padre, con confianza, a conocerle mejor, a dejarse asombrar cada día por su infinita generosidad... Y esto le enseña a pedir con atrevimiento, pero sin egoísmos, siempre con la certeza de ser escuchados y de estar seguros de que, si nos conviene, tarde o temprano, recibiremos lo que pedimos.
Por eso, para rezar bien, y ser sabedores de que la oración es efectiva, es necesario «conocer al Padre», es decir, aprender a estar seguros de que Dios Padre no rechaza jamás nada que necesitemos, sino que, por el contrario, da el Espíritu Santo a los que se lo piden. Eso sí, esto exigirá que la oración sea insistente, audaz, auténtica...; porque la oración es algo esencial en la vida del cristiano. Rezar no es un lujo, sino una necesidad. Orar es entablar un diálogo con Dios desde el mundo. No se trata solo de hablar, sino de encontrarse con el padre, de estar con Él. La oración es ofrenda y culto, es un acto realista de humildad, es generosa y altruista, pues rezar nos introduce en el corazón de Dios para hacer desde él una gran súplica por toda la humanidad.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

  

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