Ser cristiano, es decir, ser discípulo de Cristo, seguidor
de Cristo, es algo que no solo implica algunos momentos o franjas de nuestra
existencia, sino que implica la vida entera. Es decir, o se es cristiano, o no
se es. No valen las medias tintas. Y mucho más en los tiempos que corren.
Y es que el seguir a Cristo no es una cuestión a negociar.
No podemos poner condiciones, ni caben rebajas ni descuentos. Uno, que ya tiene
algún que otro año, ya está acostumbrado, por no decir hasta la coronilla, de
que le venga la gente diciendo que si la Iglesia no quiere quedarse sin gente
tiene que cambiar la doctrina y lo que enseña. Pues mira. De eso nada. Es
verdad que en el contexto tan espinoso en el que nos ha tocado vivir pues es
fácil tener la tentación de rebajar la calidad del mensaje evangélico y negar,
ocultar, o suavizar las exigencias de seguir a Jesús. ¿Y qué pasa entonces? Pues
que muchos se han hecho y se hacen una religión a su medida; lo cual siempre es
sinónimo de mediocridad. Y hoy, como siempre, por cierto, hoy el mundo rechaza
a los mediocres, a los tibios, a los que traicionan sus creencias y sucumben a
los criterios y valores que están de moda. Mirad, hoy, más que nunca, en medio
de este mundo tan secularizado y tan pagano en el que vivimos, se exige que
seamos verdaderos cristianos, verdaderos testigos, verdaderos discípulos de
Cristo, y no creyentes ocasionales que vivan la fe de modo desapercibido.
No vamos a negar que tampoco es una tarea fácil. Pues ser
discípulo de Jesús conlleva el aceptar la pobreza de nuestros defectos y la
realidad de nuestros pecados, como pueden ser la falta de fe, la
superficialidad, el escaso compromiso en la vida cristiana, la indiferencia, el
egoísmo y los intereses propios.... Pero todo esto son también retos a superar,
y pedirle al Señor valentía y fortaleza para decidirnos a seguirle.
¿Será un camino
difícil el de seguir a Jesús? Mirad, Cristo no nos engaña: seguir a Jesús es seguir
el camino de la cruz. Pero no es únicamente un camino de cruz, sino que se
trata de un camino glorioso, en el cual cruz y gloria se entrelazan de una
manera admirable. El camino de Jesús es el camino que lleva a la Jerusalén
celestial, ¡ es el camino que lleva al cielo!
Mns. D. Ramón Clavería
Director espiritual de Abril Romero
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