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viernes, 8 de abril de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLXII). Domingo de Ramos



Este domingo, Domingo de Ramos, último de Cuaresma, es un domingo especial, porque conmemoramos en él la entrada del Señor en Jerusalén, comenzando así la celebración de la Semana Santa, en la que rememoramos y actualizamos el misterio de la redención: la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Hoy, al llevar en nuestras manos ramos y palmas, y colgarlos después en nuestros balcones y ventanas, queremos expresar nuestra admiración y cariño hacia el Mesías. 

Aquel día fue un domingo especial para Jesús. Fue la decisión firme de entrar públicamente en Jerusalén, sabiendo lo que se le venía encima y consciente de los riesgos y peligros que ello conllevaba. Jerusalén tiene un significado especial para Jesús, es donde Él va a consumar su Amor a la humanidad de todos los tiempos. Pero tenía que ser allí, en la ciudad santa, donde llevase a cabo su misión de dar la vida, de morir en la cruz por nuestra salvación, y de resucitar glorioso de entre los muertos.

Nosotros hoy sólo podemos contemplar y agradecer este tributo de amor, clave para entender los hechos que vamos a celebrar en esta semana. Por eso hoy recordamos el modelo de humildad que el Señor Jesús nos ha dado en su vida, pues nuestro Salvador ha querido encarnarse, se ha rebajado y se ha hecho un siervo sufriente, obediente hasta someterse con paciencia y mansedumbre a la muerte en cruz. Desde esta lección, aprendemos el camino para comprender su pasión, y participar en su resurrección.

Y es que Jesús, que ha vivido consciente de estar siempre en manos de Dios, sabe que tan solo Dios puede resucitarle y puede hacer que su vida no se pierda en el abismo de la muerte, sepultado en el corazón de la tierra. Su confianza es plena, absoluta. Es la última lección de humildad. Es lo que da sentido a la semana que empezamos.

Vivamos, pues, con intensidad espiritual estos días, acompañando a Cristo en su Pasión, Muerte y Resurrección, y que la celebración de estos misterios avive en nosotros el deseo de ser dóciles a la voluntad de Dios, así como afianzar nuestra fe y esperanza en el designio salvador de Dios.
 
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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