Las lecturas que proclamamos hoy siguen una misma idea, y es
que los hombres de fe, como Abrahán y san José, se dejaron guiar por la voz de
Dios. Son textos que son hablan de la obediencia, de la disponibilidad y del
servicio como cualidades para acertar en nuestra vida.
Mirad, san José creyó, se fio de Dios e hizo su voluntad con
María y su Hijo. Por eso hoy es modelo y ejemplo para nosotros. Es un hombre de
pocas palabras, que vive en silencio y lleva a cabo con discreción la misión
que se le encomienda. Fue fiel a la palabra dada, tanto en los momentos buenos,
como en los malos. Dios confió en él, y él no le defraudó, viviendo esa
fidelidad de una forma callada, sencilla, permaneciendo siempre en un segundo
plano, sin presumir ni alardear. Es el santo del silencio porque nos enseña que
esta es una forma auténtica de vivir la fe, con pocas palabras, pero con
hechos; sin anuncios publicitarios, sino con gestos de servicio, con humildad y
sencillez. Jugándose incluso el tipo y la fama.
Por eso nos hará bien a todos ser devotos de san José,
porque en san José podemos ver un modelo de vida creyente y quien nos eche una
mano en nuestras dificultades. Ya dijo santa Teresa de él que «otros santos
parece que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San
José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo».
Y a san José encomendamos una de las grandes necesidades de
nuestra diócesis, por no decir la principal, que es la de las vocaciones
sacerdotales. ¡Necesitamos sacerdotes!¡Necesitamos seminaristas! Seminaristas
que perseveren en la llamada del Señor y reciban las órdenes sagradas.
Sacerdotes que perseveren en la vocación que han recibido de Dios y estén
siempre dispuestos para atender a los fieles con una fidelidad inquebrantable;
disponibles para cuidar de la familia y de la casa de Dios en todas las circunstancias.
Pidamos, pues, la intercesión de san José para que surjan
futuros sacerdotes que quieran estar en su vida siempre cerca de Jesús y María.
Y le pedimos también por la Iglesia, por toda la Iglesia
universal, de la que es patrono. Por esta Iglesia que anda un tanto desmadrada,
para que con su vara ponga en ella un poco de orden, de modo que, al igual que
en su casa de Nazaret, en la Iglesia se viva y se cumpla siempre la verdadera
voluntad de Dios.
Pues sois santo sin igual, y de Dios el más amado, sednos
José abogado, en esta vida mortal.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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