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sábado, 19 de marzo de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLIX). Domingo III de Cuaresma


 
Siguiendo el camino cuaresmal, las lecturas bíblicas de hoy nos presentan en primer lugar el testimonio de Moisés, que fue el gran líder que sacó al pueblo de Israel de Egipto hacia la tierra prometida; y en el evangelio el testimonio de la higuera, con la llamada a la conversión, tan propia de este tiempo litúrgico. De hecho, la escena de la higuera es un llamamiento claro a la conversión, al cambio de mentalidad, a volver de la parte de Dios. No se trata de hacer penitencia solo para cumplir un mandamiento, sino que la penitencia debe llevamos al cambio de mentalidad, a corregir nuestros males, vicios y pecados para ser hombres y mujeres nuevos, siempre listos para ser testigos y hacer el bien en nombre de Dios.
Por tanto, la escena de la higuera del evangelio debería hacernos replantear en nuestros corazones si estamos dispuestos a dar el fruto del cual la Escritura nos habla constantemente, es decir, el fruto de las buenas obras, Pero para eso es necesaria la conversión personal y comunitaria. ¿Y cómo podemos llevarla a cabo? Pues para ello nos hace falta mucha humildad y confianza hacia el Señor, al que, en el salmo responsorial de hoy, aclamamos como compasivo y misericordioso; que perdona las culpas, cura las enfermedades, salva de la muerte, sacia de amor entrañable, hace justicia a los oprimidos; es lento en la ira y rico en clemencia, ya que su amor a los fieles es tan inmenso como la distancia del cielo a la tierra...
Mirad, el sentido común nos dice que tener un árbol en el huerto sin frutos no vale para nada, que hay que cortarlo y quemarlo, para que al menos, sirva para algo al quemarse. Por eso necesitamos cambiar y convertirnos. Por ello necesitamos de una segunda oportunidad de Dios. Bueno, de una segunda, de una tercera y de muchas oportunidades... Porque estamos enfermos, somos pecadores, y nuestro pecado no nos deja dar fruto. Y Dios nos da constantemente esa oportunidad de cambiar y mejorar nuestros errores, de arreglar lo estropeado.
Que María, nuestra Madre del cielo, nos ayude para ver qué actitudes debemos tomar en este camino cuaresmal para poder celebrar las fiestas pascuales con un corazón reconciliado con Dios, con nosotros mismos y con los hermanos.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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