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sábado, 12 de marzo de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLVII). Domingo II de Cuaresma


En este segundo Domingo de Cuaresma, como pasó el pasado domingo con el texto de las tentaciones de Jesús, el evangelio es fijo, y proclamamos la escena de la transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
Aunque parezca un relato evangélico extraño a la Cuaresma, lo cierto es que nada más empezar el camino cuaresmal, que nos llevará a la pasión, muerte y resurrección de Jesús, se nos muestra la última escena, que es la gloria de Jesucristo y la nuestra. Así pues, en este relato de hoy, se nos asegura que este camino, este proceso cuaresmal en el que estamos metidos, acaba con la victoria y la glorificación de Cristo.
Y es que, Jesucristo, después de haber anunciado su muerte a sus discípulos, reveló en el Tabor, con la ley y los profetas como testigos en las personas de Moisés y de Elías, que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección. Una reflexión que no viene mal hacer en nuestros tiempos, donde vemos que las dificultades nos abruman y no pocas veces parecen ahogarnos; pero al final debemos tener la certeza de que esto es temporal y pasajero y que al final brillará la gloria de Cristo, que quiere que vivamos en plenitud esa misma luz y esa misma gloria.
Por tanto, el monte de la Transfiguración es el inicio del camino a Jerusalén que acabará también en otro monte: el monte Calvario. El Tabor no es la meta, no es el punto de llegada, sino el punto de salida para lograr la gloria eterna en Jerusalén.
Apliquemos, pues, nosotros el evangelio a nuestra vida. A ver... nos decimos seguidores de Cristo, ¿no? Pero... ¿le seguiremos solo hasta el monte de la Transfiguración o le seguiremos hasta el Calvario? Cuándo Jesús nos pida más profundidad, más exigencia.. ¿qué haremos? ¿Buscaremos excusas para decir que no?¿Diremos que ese cristianismo ya está pasado de moda y que la cruz no corresponde a los nuevos tiempos, sino que debemos mirar solo al resucitado? Pues mirad... El que piense así... no concuerda ni de lejos con el mensaje de Jesucristo; pues Jesús vino a salvarnos dando su vida en la cruz, muriendo por todos.
Pidámosle, por tanto, a la Virgen María, fuerzas para seguir a Cristo en todo su camino. Porque si no seguimos a Cristo en su cruz, no podremos llegar a contemplarle en su luz.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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