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sábado, 12 de febrero de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLIII). Domingo VI del Tiempo Ordinario

 

Hoy escuchamos en el evangelio la versión lucana de las bienaventuranzas; más breves que las de Mateo, que son las que estamos más acostumbrados a escuchar, y que van seguidas de una serie de lamentaciones o malaventuras.

Bueno, pues todas las felicitaciones se pueden resumir y vienen a ser una explicación de la primera, la que dice: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios».
Pero dejadme que haga la pregunta ¿quiénes son estos «pobres»?. Porque, en primer lugar, hay que decir que Dios no bendice la pobreza material, ni mucho menos la miseria, puesto que quiere que la remediemos con la justicia y la caridad, como, por ejemplo, vamos a hacer hoy con la colecta de Manos Unidas, dedicada a proyectos de desarrollo en el Tercer Mundo.
¿Quiénes son, entonces, los «pobres»? Mirad, Jesús define como «pobres» a los que lo han dejado todo para seguirle, y que por seguirle, pasan hambre, lloran o son perseguidos. Por eso que el Señor bendice a los pobres y a la gente sencilla, porque tiene más fácil la entrada en el Reino de Dios; y se por el contrario se lamenta de los ricos egoístas, avarientos o derrochadores, que son una afrenta para los necesitados y un mal ejemplo para la sociedad. Y fijaos en una cosa, y es que la experiencia nos dice que, los ricos de este mundo, los poderosos, son los que ponen más resistencia en el seguimiento de Cristo, precisamente por el apego que tienen a las riquezas.

Y hay una cosa que tenemos que tener en cuenta. ¿Cuál? Pues que esta moral de la honradez y del desprendimiento tan propia del cristianismo no tiene sentido sin la esperanza en la vida eterna. Por eso san Pablo nos dice hoy en la segunda lectura que «si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad».

Quiera Dios que vivamos siempre en generosidad, y que puestos nuestros ojos sobre todo en el cielo, lleguemos todos un día hasta la meta final porque hemos amado a nuestros hermanos.

 Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
 

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