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sábado, 19 de febrero de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA

 

 
El texto del evangelio de hoy continúa el relato de las bienaventuranzas que escuchábamos el domingo pasado. Se trata de un largo párrafo donde encontramos una serie de principios útiles para todos e imprescindibles para los seguidores de Jesús. Principios que nos dicen que en lugar de limitarnos a condenar, debemos abrir espacios y posibilidades para que los enemigos encuentren caminos de conversión y reconciliación; principios que nos piden una renuncia explícita a la violencia como arma para resolver los conflictos; principios que nos dicen: «Tratad a los demás como queréis que ellos os traten ...»; mostrándonos así la regla de oro de la convivencia humana, y siempre en positivo, no limitándose al ojo por ojo y diente por diente, sino desbordando siempre por la vía de la misericordia. Por eso Jesús nos dice claramente «sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

Y que es que al mal no se le vence con el mal, sino con la abundancia del bien. Mirad: el odio provoca destrucción, y la violencia engendra siempre violencia. Metámonos en la cabeza que la paz solo puede nacer del amor; y que el amor de Dios que nosotros tenemos que imitar es un amor gratuito, generoso, sin medida... Por eso mismo, los cristianos tenemos que intentar ir por la vida haciendo del amor la norma y la guía de nuestra conducta.

Aunque también es verdad, emh, es verdad que llevar a la práctica el mensaje del evangelio de hoy es muy difícil. Es más, es algo prácticamente imposible para el hombre terreno. Eso de amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos odian, lo de poner la otra mejilla y todo lo demás que hemos escuchado en el evangelio es muy bonito, si, pero llevarlo a la práctica, ¡ay madre!, llevarlo a la práctica ya es harina de otro costal... Sin embargo, si como dice san Pablo, nos revestimos de Cristo, podemos ser hombres celestiales, que se dejan llevar por el Espíritu Santo; y adoptar un estilo de vida en el que podemos crecer y mejorar a lo largo de toda la vida, gracias al amor del Padre, « que es bueno con los malvados y desagradecidos».

Pues que la Virgen María nos ayude para que no nos dejemos vencer por el mal, sino que nos dejemos llenar por el amor de Dios, y trabajemos para que siempre entre nosotros triunfe el bien, dando así testimonio de lo que Dios quiere para nosotros.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
 

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