La liturgia de la Palabra invita a hablar de la vocación.
Las tres lecturas ofrecen tres
ejemplos de vocación, o llamada gratuita de Dios, cada una de ellas muy
diferente. Las tres, sin embargo, tienen un denominador común: la llamada; y
los tres llamados son conscientes de sus debilidades y limitaciones: El profeta
Isaías, por ejemplo, piensa que no
podrá hablar; San Pablo, por su parte, se considera un nacido fuera
de tiempo y cree que ni siquiera merece que le llamen apóstol; y finalmente,
Pedro, asombrado ante la grandeza del milagro obrado por Jesús, afirma sencilla
y rotundamente que es un pecador. Los tres casos, por tanto, manifiestan
claramente que la vocación es una llamada gratuita de Dios, o sea que todo es
gracia.
Y es que el
cristianismo no es una ideología más, ni simplemente una liturgia, ni unas
fórmulas rutinarias. Ser cristiano es un don de Dios, que debe ser aceptado y
trabajado continuamente. Y cada uno debemos vivir ese don de Dios allí donde
Dios nos quiere poner. Mirad, aunque nos pueda sonar raro, todos tenemos
vocación. Todos. En primer lugar, tenemos la vocación cristiana, la de todos
los bautizados, que consiste en vivir como discípulos y testigos de Jesús
resucitado, siguiéndole, formando comunidad viva en la Iglesia, la barca de
Pedro. Y luego, esta vocación cada uno la vivimos de una manera propia: la vida
familiar, la consagración religiosa, los ministerios ordenados, e incluso más
allá, en los servicios o voluntariados dentro y fuera de la Iglesia, la
dedicación a los pobres y marginados, a los presos, a los emigrantes, a los
niños, a los enfermos, a los ancianos...
Y para vivir nuestra vocación cristiana, necesitaremos, sí o
sí, escuchar la Palabra de Dios. Dejar que Él nos hable al oído, invitándonos a
remar mar adentro. Descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros, buscando
ayuda para ello si es necesario... Porque sólo Dios se basta a si mismo, pero
prefiere contar con nosotros.
Que Santa María nos ayude, pues, a vivir nuestra vocación
cristiana y ser todos, como Pedro, pescadores de hombres, llevando a todos los
hombres y mujeres del mundo a Cristo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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