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viernes, 4 de febrero de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLII). Domingo V del Tiempo Ordinario


 
La liturgia de la Palabra invita a hablar de la vocación. Las tres lecturas ofrecen tres ejemplos de vocación, o llamada gratuita de Dios, cada una de ellas muy diferente. Las tres, sin embargo, tienen un denominador común: la llamada; y los tres llamados son conscientes de sus debilidades y limitaciones: El profeta Isaías, por ejemplo,  piensa que no podrá hablar; San Pablo, por su parte, se considera un nacido fuera de tiempo y cree que ni siquiera merece que le llamen apóstol; y finalmente, Pedro, asombrado ante la grandeza del milagro obrado por Jesús, afirma sencilla y rotundamente que es un pecador. Los tres casos, por tanto, manifiestan claramente que la vocación es una llamada gratuita de Dios, o sea que todo es gracia.

Y es que el cristianismo no es una ideología más, ni simplemente una liturgia, ni unas fórmulas rutinarias. Ser cristiano es un don de Dios, que debe ser aceptado y trabajado continuamente. Y cada uno debemos vivir ese don de Dios allí donde Dios nos quiere poner. Mirad, aunque nos pueda sonar raro, todos tenemos vocación. Todos. En primer lugar, tenemos la vocación cristiana, la de todos los bautizados, que consiste en vivir como discípulos y testigos de Jesús resucitado, siguiéndole, formando comunidad viva en la Iglesia, la barca de Pedro. Y luego, esta vocación cada uno la vivimos de una manera propia: la vida familiar, la consagración religiosa, los ministerios ordenados, e incluso más allá, en los servicios o voluntariados dentro y fuera de la Iglesia, la dedicación a los pobres y marginados, a los presos, a los emigrantes, a los niños, a los enfermos, a los ancianos...

Y para vivir nuestra vocación cristiana, necesitaremos, sí o sí, escuchar la Palabra de Dios. Dejar que Él nos hable al oído, invitándonos a remar mar adentro. Descubrir qué es lo que Dios quiere de nosotros, buscando ayuda para ello si es necesario... Porque sólo Dios se basta a si mismo, pero prefiere contar con nosotros.

Que Santa María nos ayude, pues, a vivir nuestra vocación cristiana y ser todos, como Pedro, pescadores de hombres, llevando a todos los hombres y mujeres del mundo a Cristo.
 
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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