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sábado, 8 de enero de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXLVIII). Fiesta del Bautismo del Señor


Con esta fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, terminamos el tiempo y el ciclo de Navidad e iniciamos la primera parte del Tiempo Ordinario, que durará hasta el miércoles de Ceniza, el 2 de marzo.
En esta fiesta vemos a un Jesús ya adulto que, en las fila de los pecadores, entra en el Jordán para ser bautizado; asumiendo solidariamente la historia de un pueblo pecador, porque no podemos olvidar que el bautismo de Juan era un bautismo de penitencia y no el sacramento del Bautismo, eh, y mostrándonos así que no es un Dios que viene con una lista negra en la que están los nombres y las faltas de quienes nos hemos podido alejar de su voluntad y de su amor, sino que viene para caminar con nosotros y, como buen pastor, llevarnos hacia una vida renovada.
Mirad, la escena del Jordán es el principio de la vida pública del Salvador. Allí, en las aguas del río, Jesús es ungido por el Espíritu Santo, recibiendo así la confirmación de su misión y es presentado ante quienes lo esperaban como el Mesías que debía venir; y su vida pega un giro radical, pues comenzará a dar realidad a las esperanzas mesiánicas del pueblo de Israel. Así pues, la vida pública de Jesús no se inicia con un acto protocolario ni pomposo, como tampoco lo fue su nacimiento; sino que se inicia al lado de los que se reconocen pecadores y necesitan volver a encender la llama de la esperanza.
Después de 30 años de vida oculta, Cristo, con su bautizo inaugura su ministerio público y, al mismo tiempo, al sumergirse en las aguas del Jordán santifica las aguas con la que seríamos bautizados todos nosotros, mostrando la superioridad del Bautismo cristiano, que nos convierte en hijos e hijas de Dios, pues en el sacramento del Bautismo hemos sido bautizados con Espíritu Santo y fuego.
Por eso, toda la liturgia de hoy es una fuerte invitación a valorar y a vivir nuestro bautismo. Pidámosle, pues, a la Virgen María, que toda nuestra vida sea un verdadero testimonio de nuestra condición de bautizados. Un testimonio de que somos hijos e hijas de Dios.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

 

 


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