En esta fiesta de la Epifanía celebramos que el nacimiento
de Jesús en Belén es buena noticia para toda la creación. Como vemos en el
evangelio, no son solo unos pocos vecinos los que están al tanto del
acontecimiento; es más, se nos muestra como desde Oriente llegan unos sabios
para adorar al Niño. Es una forma de dar cumplimiento a lo anunciado por Isaías
en la primera lectura, en la que el profeta anuncia a los israelitas que vuelven del exilio de Babilonia un futuro
luminoso, en el que el monte Sión será como un foco que irradia la paz y atrae
a todos los pueblos. Y la carta a los Efesios insiste en el tema, afirmando que
todos los hombres y mujeres de la tierra somos herederos de la misma salvación.
Y es que Jesucristo
quiere salvar a todos los hombres y mujeres de la tierra, representados en los
Magos, y quiere permanecer en medio de nosotros y hacer el camino con nosotros,
para que lleguemos, con su gracia, al destino prometido por Dios, que no es
otro que la vida eterna.
Así pues, todos y cada uno de nosotros estamos invitados, como
los Magos, a reconocer en Jesús al Mesías de Dios. Es más, estamos invitados a
reconocer la grandeza de Jesús en todas las manifestaciones de su misterio,
desde el nacimiento, su vida oculta en Nazaret, su predicación pública, su pasión,
muerte y resurrección, hasta su ascensión y su gloria en el cielo.
Pidámosle, pues, a los Reyes Magos, que nos hagan el regalo de
encontrarnos con el Mesías, para que una vez que nos hayamos encontrado
personalmente con Cristo, seamos capaces de ser luz del mundo, de ser estrellas
que conducen hasta Jesús.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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