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sábado, 27 de noviembre de 2021

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXXXVIII). Domingo I de Adviento



Hoy comenzamos el tiempo de Adviento, el cual nos prepara para celebrar la Navidad, cuando recordaremos que el Hijo de Dios vino de manera cercana, en la fragilidad y ternura de un niño pequeño.  Sin embargo, las lecturas de hoy nos avisan de que Jesús vendrá de nuevo al final de los tiempos. Por eso, el texto del Evangelio nos indica lo radical que es dicho acontecimiento; ya que es Cristo quien viene a fundar un mundo nuevo, donde lo viejo ya no tiene sentido y lo nuevo es obra del Espíritu Santo.
Pero la enseñanza de Jesús para este domingo no consiste solo en anunciarnos lo que acontecerá, sino también en advertirnos con qué actitud debemos esperar su llegada –porque no debemos olvidarnos que entre una y otra venida, el Señor llega siempre, cada día a nuestras vidas de muchas maneras-; y a preguntarnos qué debemos trabajar en nosotros en estas cuatro semanas de Adviento para recibir adecuadamente a Cristo y su Reino en Navidad.
¿Qué hacer? Pues ser vigilantes, estar atentos a que nuestro corazón no sea insensible a los valores verdaderos. Mirad, muchas veces las modas o las lógicas mundanas nos hacen perder del horizonte los valores cristianos y terminamos por vivir con la mente embotada por los agobios de la vida. Corremos el peligro de aturdirnos por culpa las cosas materiales o temporales que nos absorben por completo. Por eso, Cristo, hoy, nos invita a no dejarnos absorber por los afanes de la vida mundana, que nos emborrachan y paralizan. Y para ello, nos invita a alzar la cabeza, a levantar la mirada, a ampliar horizontes, a estar siempre despiertos para contemplar a Cristo que viene.
Pidamos, pues, a Santa María, la Virgen, la Madre de la Esperanza, el impulso que necesitamos para levantarnos y ponernos en sintonía con el pensamiento de Dios, afinando nuestros corazones y poniéndolos a tono; ya que solo así podremos salir del mundo viejo y ser libres, para que, estando en pie ante el Hijo del hombre, podamos acoger la propuesta nueva que viene del cielo.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

 

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