Hoy la Palabra de Dios nos insiste en la necesidad de ser
luz del mundo y sal de la tierra, es decir, nos recuerda la necesidad de
manifestar nuestra fe, no solo con palabras, sino también con obras.
Y es que la fe debe comportar un estilo de vida propio del
creyente, un compromiso de fraternidad y de generosidad; solo así seremos de
verdad luz del mundo y sal de la tierra, y haremos creíble a nuestro Dios.
Pero tengamos en cuenta una cosa, y es que Jesús en el Evangelio nos pide que los demás
vean nuestras buenas obras y así glorifiquen a nuestro Padre del cielo. Es
decir, que no basta dar prioridad a las obras, sino que tenemos que dar
prioridad a las buenas obras que llevan a que Dios sea glorificado; es decir, a
aquellas obras que nacen en nosotros cuando nos abrimos a la voluntad de Dios,
las que nos llevan a imitar la generosidad y la misericordia de Dios. La
primera lectura, del profeta Isaías, nos da un buen ejemplo: parte tu pan con
el hambriento..., hospeda a los pobres sin techo..., cubre al que ves desnudo...,
no te desentiendas de los tuyos...
¿Y cómo hacerlo? Pues mirad, San Pablo, en la segunda
lectura, nos da a conocer el modo en que él ha cumplido el encargo de ser sal
de la tierra y luz del mundo, y es no serlo desde la elocuencia humana, sino
desde la debilidad y la necedad de la cruz, que es el lugar desde el cual Dios
ha tenido por bien manifestar su sabiduría y su poder. Por eso, nuestro ser luz
del mundo, no debe ser desde la fama ni la popularidad o el crédito humano,
como les gusta a muchos, sino el candelero de la cruz, al que se subió
Jesucristo para iluminar al mundo entero. Y de la misma manera, así como la sal
es algo tan pequeño, que se disuelve y desaparece para dar su sabor, así tiene
que ser nuestra acción: discreta y sin destacar. Pero que se note si falta.
Vamos a pedirle, pues, a la Virgen María que seamos sal y
luz del mundo con el testimonio de nuestra vida, viviendo como nos pide la
vocación a la que hemos sido llamados desde el Bautismo. Tenemos una buena
oportunidad en este domingo, en el que hacemos la colecta ofrenda en favor de
los proyectos que Manos Unidas tiene programados para paliar el hambre en el
mundo, siendo todos nosotros generosos con nuestra ofrenda.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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