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lunes, 1 de julio de 2019

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CCCXCVIII). Domingo XIV del Tiempo Ordinario



En el texto evangélico de este domingo vemos que, además de los Doce apóstoles, Cristo llama a otros setenta y dos, y les manda a las aldeas, de dos en dos, a anunciar que el Reino de Dios está cerca. Y a estos setenta y dos mensajeros que mandó llevar la salvación de Dios a todos los pueblos por donde Él iba a pasar, les dice que la mies es abundante y los obreros pocos.
Imagen relacionadaPues bien. Hoy es toda la Iglesia la que anuncia el Reino de Dios, que se ha inaugurado con la encarnación del Hijo de Dios; y la mies es todavía más abundante que en los tiempos de Jesús, porque el mundo está más poblado. Y los obreros también hoy son pocos. No sólo porque hay pocas vocaciones sacerdotales, sino también porque cada vez hay menos cristianos convencidos entre nosotros. Y tanto sacerdotes, como religiosos y laicos, todos estamos llamados a anunciar el Reino de Dios, aunque cada uno lo hagamos de manera distinta.
Y atentos. Atentos porque Jesús nos urge y nos avisa de las dificultades que encontraremos. Hoy, los cristianos también estamos como corderos en medio de lobos. Y es que la misión de ser anunciadores del evangelio en nuestro mundo de hoy no es una tarea fácil de llevar a cabo. Y no es fácil porque la buena noticia de Jesucristo no es aceptable sin más ni más; al revés; vemos como el mundo se opone al evangelio porque hay que renunciar a muchas cosas en la vida y se nos recuerda que dependemos de Dios y que no somos dueños y señores absolutos de nuestra vida y del mundo, haciendo lo que nos venga en gana, como se nos quiere hacer pensar en la sociedad en la que nos toca vivir.
Pero no nos debemos acobardar. No debemos de acobardarnos porque, al fin y al cabo el verdadero protagonista de la evangelización es el Señor. Nosotros lo que tenemos que hacer es rezar para que Dios envíe obreros a su mies; para que cada día nos convenzamos más de nuestra misión de ser testigos de Cristo en medio del mundo; que no vamos en nombre propio, sino en nombre de Dios.
Que la Virgen María nos ayude para que Cristo, el Señor, que nos envía a los caminos de la vida a anunciar el evangelio, nos llene de la luz del Espíritu Santo y nos revista con su fuerza para poder proclamar la paz, la alegría y la misericordia que viene del Señor.


Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.

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