La fiesta de la Santísima Trinidad, que hoy celebramos, es
como una invitación que Dios nos hace cada año a meditar su misterio de vida y
de amor.
De ahí que la liturgia de este domingo pretende introducirnos en el misterio fundamental de los cristianos, que es de misterio Trinitario, proclamando nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adorando tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad. Y es que la liturgia de la Iglesia es alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad; pero también es santificación y divinización del hombre que experimenta en sí el amor de Dios derramado en su corazón en virtud del Espíritu Santo.
De ahí que la liturgia de este domingo pretende introducirnos en el misterio fundamental de los cristianos, que es de misterio Trinitario, proclamando nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adorando tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad. Y es que la liturgia de la Iglesia es alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad; pero también es santificación y divinización del hombre que experimenta en sí el amor de Dios derramado en su corazón en virtud del Espíritu Santo.
Por eso, después de
haber celebrado la encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento entre nosotros,
su muerte en la cruz, la Resurrección, la Ascensión al cielo y la venida del
Espíritu, la fiesta de hoy es una invitación a pararnos y contemplar el rostro
del Dios que se nos ha revelado; y contemplar a un Dios que es el principio y
el fundamento de todas las cosas, que las llama a la existencia y las quiere
llevar a la plenitud. Por esto quiere ser conocido como Padre. Un Dios que se
dirige a nosotros, se hace cercano, se nos da a conocer y nos interpela: por
esto es también Verbo e Hijo. Un Dios que nos inspira desde lo más hondo de
nuestras almas y nos hace partícipes de su creatividad sin límites. Y por esto
le decimos Espíritu.
Ahora bien, intentar dar una explicación racional de la
Trinidad no es posible, porque no es un producto de la inteligencia humana,
sino una revelación que Dios nos ha hecho de sí mismo y que la fe de la iglesia
ha ido descubriendo a base de meditar las palabras de Jesús, como las que hemos
escuchado hoy en el evangelio, donde alude a la profunda unidad que hay entre
Cristo y el Padre y el Espíritu Santo.
Que Santa María, templo y sagrario de la Santísima Trinidad
nos ayude a todos a ponernos ante Dios uno y trino, a reconocer su grandeza, a
adorarlo con toda el alma, y a vivir siempre amándolo con toda nuestra fuerza y
nuestro ser.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.
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