Toda la liturgia de hoy llama nuestra atención sobre
realidades materiales de nuestra vida. En concreto se nos habla de pan y vino,
de carne y de sangre, de hambre y de saciedad. Es una manera de decirnos que la
fiesta del Corpus Christi consagra y solemniza nuestras realidades más humildes
y cotidianas, para darles pleno sentido.
Así, esta fiesta nos recuerda que nuestra hambre y nuestra
sed, nuestras necesidades y carencias, nuestro cuerpo y nuestra sangre, nuestra
persona, en fin, toda nuestra vida, sólo encontrará sentido en Dios, en el amor
de Dios.
Por eso, esta fiesta del Corpus Christi es un día de inmensa
alegría y de acción de gracias, pues en la Santísimo Sacramento de la
Eucaristía descubrimos a Cristo que ha querido y quiere quedarse con nosotros
para siempre, para alimentarnos y fortalecernos, para que nunca estemos
solos... Y es que Cristo se nos da en cada Misa con su Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad, y se queda con nosotros en cada sagrario del mundo, tras haber ocupado
previamente en la comunión el sagrario viviente que debe ser el alma y el
corazón de cada uno de nosotros.
Hoy es, pues, un día de alegría interior. Pero sobre todo es
un día de alegría y de gozo externo, ya que la fiesta de hoy posee como
principal finalidad la manifestación de fe del pueblo cristiano en Jesucristo,
realmente vivo y presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y fue
instituida también para la adoración y la alabanza del misterio escondido bajo
las especies del pan y del vino, que son el Cuerpo y la Sangre del Señor
entregados por nuestra salvación en la cruz. Memorial de Cristo, muerto y
resucitado, la Sagrada Eucaristía constituye el tesoro más preciado y el
corazón mismo de la Iglesia. Tengámoslo claro: no nos arrodillamos o inclinamos
ante una reliquia. Nos arrodillamos e inclinamos ante el mismo Jesucristo,
realmente presente en el Santísimo Sacramento.
Ojalá, pues, que la participación frecuente en la
celebración y recepción de la Sagrada Eucaristía nos sostenga en la fe y la
esperanza hasta el encuentro definitivo con Cristo en la bienaventuranza
eterna, con santa María y todos los santos, en la mesa del banquete celestial.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.
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