La conversión y la fe en el Evangelio son el centro de la
liturgia de la Palabra de Dios de este domingo en el que, valga la redundancia,
celebramos el Domingo de la Palabra de Dios. Así, la primera lectura nos narra
como los ninivitas, tras escuchar y creer el anuncio que les hacía el profeta
Jonás, se convirtieron de su mala vida y creyeron en Dios. Y en el Evangelio
vemos como Jesús, tras la muerte de Juan el Bautista, predica la palabra de
Dios atravesando Galilea y proclamando que se ha cumplido el tiempo, llamando a la conversión y a creer en la
Buena Noticia porque está cerca el Reino de Dios y la apariencia de este mundo,
como dice san Pablo, pasa, se termina, y por eso no debemos detenernos en las
cosas de aquí abajo, sino que debemos adherirnos a Dios, que es el único
eterno.
Y como modelos de conversión se nos presenta a Simón,
Andrés, Santiago y Juan, que dejaron sus barcas y redes, que eran su medio de
ganarse la vida, y se arriesgaron a seguir a Cristo. Cómo debió impactarles
Jesucristo y cómo debió tocar el corazón de su existencia que lo dejaron todo,
pero absolutamente todo para seguirle.
Pidámosle, pues, a la Virgen María, que Él nos instruya en
sus sendas, para que el corazón de todos los cristianos arda al escuchar las
Escrituras y, procurando caminar hacia la unidad de todos los creyentes en
Cristo en una sola Iglesia, en una sola comunidad, vivamos en la vida cotidiana
con alegría, anunciando y poniendo en práctica lo que Jesús nos pide, siendo
testigos de su Reino ante toda la humanidad.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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