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viernes, 15 de diciembre de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCXXXV). Domingo III de Adviento.











La alegría ante la proximidad de la Navidad es la característica propia de la liturgia de este tercer domingo de Adviento. El motivo de nuestro gozo se fundamenta en la certeza de que el Señor ha venido a salvarnos y, este misterio tan grande, lo vamos a celebrar en las próximas fiestas de Navidad.
Y esta invitación a la alegría es la nota destacada de las lecturas de este domingo. En la primera lectura, el profeta desborda de gozo porque Dios lo ha enviado a anunciar la buena noticia a los pobres, a curar los corazones desgarrados, a proclamar un año de gracia. Pues bien, todo lo que anunciaba el profeta, se ha cumplido en Jesucristo, cuyo nacimiento estamos a punto de recordar. Y san Pablo, en la segunda lectura invita a estar alegres no solo un momento, sino a estarlo siempre: «estad siempre alegres», nos dice. Esta alegría se fundamenta en el agradecimiento, porque no cabe duda que una actitud agradecida nos ayuda a ver siempre el aspecto más positivo de los acontecimientos que vivimos.
Pero fijaos en una cosa, y es que llama la atención que esta alegría también va acompañada de la invitación a «examinarlo todo» y «quedarnos con lo bueno». Es decir, san Pablo no nos dice que tengamos que vivir desconectados de todo para no sufrir ni pasar malos ratos, sino que nos dice que la alegría se manifiesta cuando nos quedamos con lo bueno. Por eso, la conversión que se nos pide en este tiempo de Adviento es ese proceso de ir eliminando en nosotros toda maldad e ir llenando nuestro interior de la gracia de Dios, que es el origen de toda bondad.
Sería bueno, por tanto, que la pregunta que vemos que le hacen a Juan Bautista en el evangelio: ¿Quíén eres?¿Qué dices de ti mismo?, nos la hiciéramos cada uno de nosotros personalmente. Es decir, en un mundo lleno de máscaras, falto de convicciones personales profundas, urge que nos podamos tomar un tiempo para parar y preguntarnos: ¿Quién soy?, ¿qué o quién define mi existencia?, ¿cuáles son mis proyectos? Y seguramente encontraremos valoraciones o aspectos positivos y negativos de nuestra identidad, y así descubrir los aspectos más sobresalientes de nuestra propia identidad personal.
Vamos a pedirle, pues, a la Virgen María, que sepamos ver nuestra identidad mirando a Jesucristo a la cara, descubriendo así que no somos redentores, sino discípulos, y que nuestro único Redentor y Salvador es Él, el Mesías esperado.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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