En las lecturas de hoy vemos como tanto el profeta Malaquías
como Jesús no se quedan cortos a la hora de criticar a las clases dirigentes de
su tiempo por su hipocresía y por el modo interesado de llevar a cabo su cargo.
Y eso que entre ambos escritos hay unos quinientos años de diferencia.
Claro, en esta época en la que los curas estamos en el
candelero de las críticas, pues es fácil que al escuchar estas lecturas se
carguen las flechas contra nosotros, sobre todo cuando vemos que el profeta les
atiza fuerte por ser unos dejados en sus funciones y el mal ejemplo que daban;
pero tenemos que caer en la cuenta que ninguno de nosotros estamos exentos de
caer en las mismas contradicciones en las que cayeron muchos sacerdotes de
Israel y en las que cayeron muchos escribas y fariseos, que no todos eran
malos, eh, que en la Biblia salen también sacerdotes, escribas y fariseos
buenos, y que en vez de buscar la gloria de Dios en todo lo que hacemos,
hagamos las cosas para que nos vean y quedar bien, además de correr todos el
riesgo de decir una cosa y hacer otra y, lo que es peor, ir de maestros y hacer
que los demás hagan las cosas que nosotros no estamos dispuestos a hacer, que
eso pasa mucho... Que podemos decir: “hay que hacer esto, aquello y lo otro”, o
más concreto: “tienes” o “tenéis que hacer esto, aquello y lo otro” y “lo tenéis que hacer así, así y asá”,
y si no lo hacen como nos gusta, ya está mal hecho, pero que, a la hora de la
verdad, el que dice o los que dicen esto no tiene o no tienen la más mínima
intención ni interés por mover un dedo ni por hacerlo.
Por tanto, tenemos que tener claro que ninguno de nosotros
somos maestros. Que somos discípulos. El único Maestro, con mayúsculas es
Jesucristo, ya que sólo Jesucristo tiene la verdad plena. Y las enseñanzas del
Maestro ya las sabemos. Pero tenemos que ser como la comunidad de Tesalónica, a
la que san Pablo alaba en la segunda lectura ¿Por qué? Pues porque aquella
comunidad ponía por práctica las enseñanzas del evangelio que san Pablo, quien
por cierto, era fariseo, y estaba orgulloso de serlo, les había transmitido
tanto de palabra como de obra.
Procuremos, pues, seguir las enseñanzas de Jesús, el
Maestro, que nos invita a no buscar los primeros puestos o los privilegios, ni
a ser reconocidos por los hombres, sino a vivir en humildad, lo cual siempre es
costoso, trabajando por anunciar el Reino de Dios y acogiendo con el corazón
abierto la Palabra de Dios que actúa constantemente en nosotros.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, bienvenid@ a Abril Romero. Deje su mensaje o saludo.