Esta página del evangelio que hoy hemos escuchado es una de las más conocidas, concretamente su frase “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, que muchas veces, ha sido utilizada con fines partidistas, fines partidistas con muy mala uva, por cierto, que queriendo hacer callar a la Iglesia cuando habla de determinados temas, les sueltan la frasecita de marras, porque les da la impresión de que se quiere meter en política; queriendo decir con esa frase que la Iglesia, a rezar dentro de los templos y los curas encerrados en las sacristías, y la organización del mundo dejádnosla a los políticos, que lo orientaremos como queramos nosotros.
Pero el dicho evangélico no tiene, ni de lejos, esta interpretación tan forzada; puesto que Jesús, con esta frase, lo que hace es establecer la consigna del equilibrio entre ambos ámbitos, que Él distingue y une a la vez; con la prioridad de Dios, evidentemente.
La pregunta que le hacen tenía muy mala intención, porque si Jesús aprobaba que los judíos pagaran los impuestos, se volvería impopular, y si no lo aprobaba, podían acusarle de ir contra los romanos. Por tanto, a los fariseos, no les interesaba lo más mínimo lo que Jesús pudiera decirles, porque ya tenían ellos más que claro lo que iban a hacer, pero tenían la ocasión perfecta para complicarle la vida.
Pero la respuesta de Jesús, como siempre, es inteligente y los deja con un palmo de narices; puesto que no niega el aspecto económico y político: “Dad al César..”; pero lo relativiza, señalando de esta manera que los aspectos materiales y cívicos no pueden absolutizarse. Pero, espléndidamente, pasa del terreno de lo político al religioso, y añade la otra dimensión: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir: Jesús no ha venido a cambiar la situación política, como hubieran deseado los que esperaban un mesianismo político. Jesús no se mete en política ni en asuntos económicos (entre otras cosas, porque está por encima de ellos); porque lo que a Él le interesa es transformar este mundo desde dentro y que, al cumplimiento de los deberes de todo ciudadano, se una, y con primacía, el deber de darle a Dios lo que le corresponde. Quiere el equilibrio entre lo humano y lo divino, dejando clarísimamente clara la prioridad, como hemos escuchado en la primera lectura: “Yo soy el Señor, y no hay otro”.
Y por otro lado, recordar que hoy, como todos los años, al llegar al penúltimo domingo de octubre, en resuena una llamada que el Señor nos hace a todos por medio de la Iglesia. Es la llamada del Domund, la llamada a tener muy presente la misión cristiana de hacer que el Evangelio llegue a todos los rincones de la tierra. Por eso, hoy, recordamos también la labor que llevan a cabo los misioneros, rezarmos por ellos, y les aportaremos nuestra ayuda económica.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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