Hoy es
un día para adorar al Señor. Muchas de nuestras calles y plazas se engalanan
para recibir al mejor de los viandantes. En muchos lugares los niños vuelven a
ser hoy los protagonistas, alfombrando con flores el paso de Jesús sacramentado.
El olor del incienso junto con el de los pétalos de las rosas perfumará la vía
pública y el interior de los templos, acompañado del canto devoto del pueblo
que aclamará «Dios está aquí, venid, adorémosle».
Pero
cuando acabe esta fiesta, y mañana volvamos a la realidad de la vida, será el
momento de preguntarnos en nuestro interior si hemos sido capaces de celebrar
de verdad el Corpus Christi. ¿Por qué? Pues porque esta fiesta nos tiene que
mover en nuestro interior a adorar continuamente a Dios, a tributarle un culto
sincero desde lo más profundo de nuestro corazón. A reconocer, como hacían los
primeros cristianos, que sin la Eucaristía, no podemos vivir. Ya nos lo recordó Juan Pablo II,
afirmando que «la Iglesia vive de la Eucaristía». Y es que, en efecto, el
sacramento de la Eucaristía es el alimento que permite vivir a la comunidad y a
cada uno de sus miembros. Y no sólo alimenta la vida actual, sino que nos abre
a la vida eterna.
Y eso es
algo que Jesús nos ha dejado muy bien marcado hoy en el evangelio, pues dice
tajantemente que «si no coméis la Carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre,
no tenéis vida en vosotros». Son palabras duras, y para muchos, hoy siguen
siendo inaceptables.
Y digo
que para muchos hoy son inaceptables porque el Señor nos está diciendo bien
claro que si queremos ser buenos cristianos tenemos que venir a Misa y
comulgar. Muchas personas dirán que no por ir a Misa se es mejor cristiano. Y
que se consideran mejores cristianos que los que acuden cada domingo a la iglesia
y pasan a comulgar. Pues bien. Hoy es el mismo Jesucristo el que las
desautoriza y les dice que están muy, pero que muy equivocadas. Jesús nos dice
bien claro que si queremos ser buenos cristianos necesitamos comulgar. Si no,
no tendremos vida interior en nosotros.
Por eso
esta fiesta del Corpus tiene que despertar en nuestro interior la necesidad de
Cristo. De participar en la Eucaristía, pero también de acercarnos al altar y
de comulgar.
Y no
quiero terminar sin recordaros que hoy la Iglesia en España celebra el día
Nacional de la Caridad, porque la Eucaristía, sacramento de la caridad y del
amor de Dios, nos obliga a vivir en la caridad con los pobres y necesitados no
sólo con palabras, sino con obras y de verdad. Por eso, lo que recojamos en la
colecta de hoy, irá destinado en su totalidad para Cáritas.
Que
María, nuestra Madre, nos enseñe a arrodillarnos hoy, sin miedo, ante Jesús
Sacramentado. Que nos dé coraje para que no nos dé vergüenza que vean que somos
de Jesucristo; porque los que se puedan reír de nosotros o llamarnos
trasnochados, el día que nos muramos, no nos van a sacar vivos de la tumba o
del tarro de las cenizas. Pero Jesucristo sí. Por eso, dejemos que en nuestro
interior y en nuestras calles y templos vuelva a resonar, con fuerza y
sinceridad: «Venid adoradores. Adoremos a Cristo Redentor».
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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