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viernes, 3 de junio de 2022

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DLXIV). Domingo de Pentecostés

 

Tras unas semanas -desde Semana Santa- sin publicar, por problemas técnicos de mi ignorancia informática, de nuevo retomo este apartado con el que procuro acercaros a todos la Palabra de Dios.

Con la solemnidad de Pentecostés se concluyen los cincuenta días de la Pascua, recordando el momento cuando Cristo envió desde el Padre al Espíritu Santo sobre los apóstoles. Ellos, con la fuerza del Espíritu Santo, salieron a las plazas para anunciar la salvación realizada por Cristo, dando así comienzo al tiempo de la Iglesia. De hecho, los textos litúrgicos de hoy se esmeran en recordarnos que la efusión del Espíritu supone el comienzo de la Iglesia, pues la misión de llevar a todos los hombres el mensaje de la salvación y el perdón de los pecados la empezaron a cumplir los apóstoles, con gran valentía, el día de Pentecostés.

Pues bien, hoy, este mismo Espíritu, sigue actuando en la Iglesia y en cada uno de sus miembros impulsándoles a ser mensajeros y testigos de Jesucristo en medio del mundo, y  para proseguir esta misión, el Espíritu sigue suscitando en la Iglesia dones y carismas para el bien común.

En este último día del camino pascual, descubrimos que el Espíritu nos alienta, nos hace perder el miedo, nos pone en pie y nos empuja a salir a las plazas y a los caminos de este mundo. Tengámoslo bien claro, no podemos ser cristianos de puertas para adentro, abrazados al miedo y refugiados en el cenáculo. No podemos dejar que se borre el nombre de Jesús, el único Nombre que salva. Necesitamos un nuevo soplo de ese Espíritu que nos convierta, que nos una más al Señor, que nos una más a su Iglesia, y que nos haga salir a las plazas de nuestro mundo, que son nuestras familias, pueblos, trabajos, diversiones..., los lugares donde cada uno se mueve, para llevar esta Buena Noticia del Resucitado.

Bueno, pues pidámosle a la Virgen María que con su ayuda todos acojamos la llamada que Dios nos hace, aquí y ahora, a seguirle, a serle fieles; y que el Espíritu Santo nos ilumine y fortalezca, para que, como los apóstoles, seamos testigos de Cristo, con nuestras palabras y obras en medio del mundo.

Mns. D. Ramón Clavería
Director espiritual de Abril Romero

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