En la primera lectura y en el evangelio, se nos propone hoy
el ejemplo de dos viudas que, en su situación de extrema pobreza, saben ser
generosas ofreciendo todo lo que tienen. Mensaje sencillo, pero profundo, que
nos debe interpelar.
Vemos en la primera lectura como la viuda de Sarepta confió
en la palabra del profeta. Y como en medio de una tierra hostil y en una
situación límite comparte lo que necesita para vivir sabiendo que lo tiene
calculado con un final inmediato. Pero se fía de la palabra del profeta de
Yavé, del Dios verdadero, y se hacen realidad las palabras del profeta, pues la
orza de harina no se vació y la alcuza de aceite no se agotó.
Y en el evangelio apreciamos como Jesús pone de ejemplo a la
viuda por darlo todo. Pero mirad, no es fácil cuantificar, ni es cuestión de
medida, sino de actitud del corazón. Y es que damos todo cuando no medimos nada
de nuestra entrega en lo que somos y en lo que tenemos.
De este modo, lo que compartimos con los pobres, con los migrantes
sin recursos, con los sorprendidos de repente por crisis que arrasan sus
pequeños ahorros, no solo ayuda a los demás, a los que están fuera de las
instituciones, agendas políticas y planes sociales, sino que nos ayuda también
a nosotros mismos, porque abre en nuestro corazón un espacio donde puede crecer
el amor verdadero. Pero fijaos, no solo podemos dar dinero; sino que también
podemos ofrecer tiempo, cercanía, escucha, respeto, empatía... relaciones que
nos hacen a todos humanos.
Pues que la Virgen María nos ayude para que nuestra entrega
no se componga solo de lo que nos sobra, son de lo que pasa por nuestro corazón
para que nos demos con alegría a Dios y a los demás, sabiendo que darse de
corazón no significa que nos tengamos que dar sin cabeza.
Y le pedimos también hoy a san José, patrono de la Iglesia,
para que la Iglesia, en nuestra diócesis, en nuestro país y en todas partes,
disponga de los medios económicos necesarios para llevar a término su misión. A
Él, que le tocó financiar a la Sagrada familia, le encomendamos la financiación
de la Iglesia y que nos conciencie de que es una labor que nos corresponde a
todos los cristianos, sabiendo que no nos fallará.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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