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domingo, 31 de octubre de 2021

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXXXVI). Solemnidad de Todos los Santos

 Sin tiempo para morir, por el cardenal Juan José Omella, arzobispo de  Barcelona

Las lecturas que escuchamos hoy nos muestran la llamada que Dios nos hace a todos y a cada de uno nosotros a ser santos. Así, si cada uno de nosotros se pregunta que qué tiene que hacer para llegar a ser un buen cristiano –y si no se lo pregunta, pues hoy es un buen día para que lo haga-, tiene en el Evangelio de hoy una respuesta bien sencilla. Y es que es necesario que, cada cual a su modo, todos hagamos lo que Jesús dice en el sermón de las bienaventuranzas, ya que en ellas se manifiesta el rostro de Cristo, el Maestro. Un rostro que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestra vida. El salmo responsorial de hoy también nos da unas pautas a seguir: «¿Quién puede subir al monte del Señor?¿Quién puede entrar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón que no confía en los ídolos?». Y otro salmo, que no leemos hoy, nos dice también al respecto que el que procede honradamente  y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo  ni difama al vecino, habitará en la casa del Señor.

A ver... es cierto que la vida a veces nos pone ante situaciones en las que nos cuesta no ser mal pensados, o no dejarnos arrastrar por los ídolos de nuestro tiempo. Pero hemos de intentarlo. Jesús sabe lo difícil que es en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando nos sentimos incapaces, cuando lloramos, cuando sufrimos, cuando nos desgarran las injusticias o nos persiguen... Pero si en medio de todos estos estorbos, nos mantenemos firmes en nuestro propósito de manos inocentes, corazón puro y confianza en su Palabra, nosotros, sí, nosotros, también seremos santos.

Y es que, a la hora de la verdad son numerosos los elegidos, de toda nacionalidad ..., de todas las lenguas; pues Dios no pide superhéroes, sino gente que no busque hacer cosas dañinas, que tenga un corazón sin dobleces y que se fíen de su Palabra.

Hoy, pues, al celebrar todos los santos nos referimos a los canonizados y a los que han vivido como justos cumpliendo la voluntad del Padre; y seguro que entre ellos que hay gente cercana ... y anónima. Hoy pedimos su intercesión ante Dios a favor nuestro.
Que Santa María, la Virgen, San José, y todos los santos nos ayuden para que el Espíritu Santo infunda en nosotros un deseo intenso de ser santos para mayor gloria de Dios, y para que nos animemos unos a otros en ese intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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