Cada
domingo, en la celebración de la Eucaristía, hacemos memoria de la muerte y resurrección
del Señor Pero es importante recordar que la Iglesia también proclama el
misterio pascual de Jesucristo en los dies natalis de los santos, es
decir, el día en que nacen a la vida eterna con la entrega de su vida. Ellos
han sufrido con Cristo y han sido glorificados con Él. Entre los santos
sobresalen los mártires, ocupando un lugar preeminente los santos apóstoles,
que fueron puestos como fundamento de la Iglesia y derramaron la sangre a
imitación del Maestro y Señor.
Pues
bien, hoy celebramos la solemnidad de Santiago, «el primero entre los
apóstoles, que bebió el cáliz del Señor». Junto con los otros apóstoles,
Santiago es testigo de la resurrección de Jesucristo. Había convivido con Él. Estuvo
presente en tres acontecimientos fundamentales de la vida del Maestro, como
fueron la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y la oración de
Jesús en el huerto de Getsemaní; y, como el resto de los Doce, fue enviado a
anunciar el Evangelio bautizando y perdonando los pecados, con la autoridad que
el mismo Jesús les había concedido, obrando «muchos signos y prodigios en medio
del pueblo».
Pero si
por algo celebramos al Apóstol Santiago con una solemnidad especial, dándole
preferencia a su fiesta sobre el domingo, día del Señor, es porque es nuestro
patrono. El patrono de España.
Según
tradición venerable, el santo Apóstol sembró la semilla de la fe en nuestra
tierra, llegando hasta el fin del mundo conocido, el Finis Terrae, transmitiendo
de primera mano lo que había visto y oído. Por eso, la fiesta de Santiago se
nos ofrece como ocasión de consolidar y dar firmeza y solidez a la fe
cristiana. Hoy se nos invita a imitar al santo Apóstol y ser testigos, aquí
y ahora, de Jesucristo, Hijo de Dios y
de su resurrección. Tarea nada fácil, por cierto, en los tiempos que corren.
Como tampoco fue fácil para Santiago, quien experimentó las dificultades, el
cansancio y el poco fruto de su esfuerzo. Nosotros también podemos tener esa
sensación de que nuestra misión evangelizadora es un fracaso, que no llega a
nadie, y que la fe cristiana en nuestro país está abocada a desaparecer. Pero,
al igual que el Apóstol, tenemos que seguir sembrando, esparciendo la semilla
del Evangelio, sin esperar verla germinar y dar fruto. Cierto que esta tarea
puede parecer ingrata, y que no ver los frutos del trabajo, desanima. Pero
tenemos que aprender a mirar con los ojos de Dios, y a saber esperar más allá de
nuestro tiempo, metiéndonos en la cabeza que Dios es el único Señor del tiempo
y de la historia, y que es Él el que marca las pautas y los tiempos.
Mostremos,
pues, al mundo, que somos discípulos de Jesús. Invoquemos para ello la
protección del Apóstol Santiago, para que fortalezca nuestra fe, de modo que
con su ayuda nos sintamos agradecidos por la fe recibida y tengamos valentía
para seguir transmitiéndola a las siguientes generaciones; sabiendo que, al
igual que al Santo Apóstol, no nos faltará la ayuda y el apoyo de la Virgen
María, quien en los momentos duros y difíciles, cuando estemos a punto de tirar
la toalla, nos ofrecerá su pilar como apoyo, ayudándonos a levantarnos y a
ponernos en pie y a seguir adelante recorriendo cada uno de nosotros nuestro
personal y particular camino de Santiago.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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