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sábado, 24 de julio de 2021

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXXI). Solemnidad del Apóstol Santiago

 


Cada domingo, en la celebración de la Eucaristía, hacemos memoria de la muerte y resurrección del Señor Pero es importante recordar que la Iglesia también proclama el misterio pascual de Jesucristo en los dies natalis de los santos, es decir, el día en que nacen a la vida eterna con la entrega de su vida. Ellos han sufrido con Cristo y han sido glorificados con Él. Entre los santos sobresalen los mártires, ocupando un lugar preeminente los santos apóstoles, que fueron puestos como fundamento de la Iglesia y derramaron la sangre a imitación del Maestro y Señor.

Pues bien, hoy celebramos la solemnidad de Santiago, «el primero entre los apóstoles, que bebió el cáliz del Señor». Junto con los otros apóstoles, Santiago es testigo de la resurrección de Jesucristo. Había convivido con Él. Estuvo presente en tres acontecimientos fundamentales de la vida del Maestro, como fueron la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní; y, como el resto de los Doce, fue enviado a anunciar el Evangelio bautizando y perdonando los pecados, con la autoridad que el mismo Jesús les había concedido, obrando «muchos signos y prodigios en medio del pueblo».

Pero si por algo celebramos al Apóstol Santiago con una solemnidad especial, dándole preferencia a su fiesta sobre el domingo, día del Señor, es porque es nuestro patrono. El patrono de España.

Según tradición venerable, el santo Apóstol sembró la semilla de la fe en nuestra tierra, llegando hasta el fin del mundo conocido, el Finis Terrae, transmitiendo de primera mano lo que había visto y oído. Por eso, la fiesta de Santiago se nos ofrece como ocasión de consolidar y dar firmeza y solidez a la fe cristiana. Hoy se nos invita a imitar al santo Apóstol y ser testigos, aquí y  ahora, de Jesucristo, Hijo de Dios y de su resurrección. Tarea nada fácil, por cierto, en los tiempos que corren. Como tampoco fue fácil para Santiago, quien experimentó las dificultades, el cansancio y el poco fruto de su esfuerzo. Nosotros también podemos tener esa sensación de que nuestra misión evangelizadora es un fracaso, que no llega a nadie, y que la fe cristiana en nuestro país está abocada a desaparecer. Pero, al igual que el Apóstol, tenemos que seguir sembrando, esparciendo la semilla del Evangelio, sin esperar verla germinar y dar fruto. Cierto que esta tarea puede parecer ingrata, y que no ver los frutos del trabajo, desanima. Pero tenemos que aprender a mirar con los ojos de Dios, y a saber esperar más allá de nuestro tiempo, metiéndonos en la cabeza que Dios es el único Señor del tiempo y de la historia, y que es Él el que marca las pautas y los tiempos.

Mostremos, pues, al mundo, que somos discípulos de Jesús. Invoquemos para ello la protección del Apóstol Santiago, para que fortalezca nuestra fe, de modo que con su ayuda nos sintamos agradecidos por la fe recibida y tengamos valentía para seguir transmitiéndola a las siguientes generaciones; sabiendo que, al igual que al Santo Apóstol, no nos faltará la ayuda y el apoyo de la Virgen María, quien en los momentos duros y difíciles, cuando estemos a punto de tirar la toalla, nos ofrecerá su pilar como apoyo, ayudándonos a levantarnos y a ponernos en pie y a seguir adelante recorriendo cada uno de nosotros nuestro personal y particular camino de Santiago.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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