Hoy no es un
domingo cualquiera. Es el domingo que da sentido a todos los demás y a todas
las fiestas y celebraciones cristianas.
Y es que durante
esta noche, algo ha pasado... Algo grande... Como sucedió hace casi dos mil
años... Estaba oscuro en aquella madrugada, pero había sucedido algo que había
cambiado para siempre la historia y el sentido de la vida humana... La tarde
del viernes, un pequeño grupo de discípulos había dejado en el sepulcro el
cuerpo sin vida del Maestro y se habían retirado para guardar el sábado,
conforme a la ley judía. Aunque los evangelios no nos digan nada, seguramente
que habrían celebrado, como judíos, aunque sin ganas, la Pesaj..., la cena
pascual, que recordaba que Dios les había librado de la opresión de Egipto, y
luego, se habrían ido a dormir, eso si habían podido dormir, puesto que
estarían dando y dándole vueltas a la cabeza sobre lo que había pasado durante
el día anterior, hundiéndose en la oscuridad.
Y en medio de esa
oscuridad, María Magdalena y las otras mujeres van al sepulcro a ungir el
cuerpo del Señor. Seguramente que el viernes tuvieron que hacerlo todo de prisa
y corriendo, y ahora querían dejarlo bien hecho. Querían tanto a Jesús que,
incluso muerto, quieren respetar y honrar su cuerpo, como hacemos nosotros con
los cuerpos de nuestros difuntos, cuando los enterramos y visitamos su tumba.
Y de repente... ¡Se
encuentran con la tumba abierta! ¿Qué pasaría en ese primer momento por su
cabeza’ ¡Ay Dios mío, que han profanado el sepulcro y se han llevado el cuerpo
de Jesús!¡Ay, Señor!, ¿qué habrán hecho con él?¿Dónde lo habrán puesto...? Y
van de prisa a avisar a los apóstoles a ver si pueden hacer algo. Y estos... no
es que tampoco estuvieran de muy buen cuerpo que digamos..., pues las
seguridades, las sorpresas, los despistes que llevaban encima nos muestran la
realidad de quienes han seguido a Jesús con toda confianza, pero sin suponer el
verdadero final de la historia.
Y ahora, viendo el
sepulcro vacío, lo comprenden todo. Pedro y el discípulo amado, ante el
sepulcro vacío y la evidencia de que tal como está el sudario y las vendas se
dan cuenta de que lo que ha pasado allí no es obra humana, ven y creen. Es en
ese momento cuando lo comprenden todo.
Y es que Jesús
tenía que resucitar de entre los muertos. ¡Y ha resucitado! Y a partir de ahí
pasaría por su cabeza todo lo escuchado y vivido con Cristo y lo entendieron
todo. Y a partir de ese momento van a ser testigos de la pasión, muerte y
resurrección de Jesús dando testimonio de todo lo que han vivido y proclamando
por todas partes que Jesús es el Señor. Que aquel que había pasado por el mundo
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo es el Señor, ha
resucitado de entre los muertos venciendo a la muerte.
Hoy es, pues, un
día que nos invita a que no olvidemos que estamos llamados a vivir. A vivir
para siempre. A vivir con Cristo y vivir en Cristo. A vivir con sentido. A
vivir con esperanza. A vivir en confianza. A vivir amando.... Cristo resucitado
nos ofrece para ello, en medio de tanta tiniebla e incertidumbre del mundo, un
horizonte limpio y abierto. Dejemos que su gracia nos llene de claridad y
afrontemos la vida y sus problemas con la certeza de que Cristo ha resucitado,
y que Él tendrá en la historia la última palabra.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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